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SOMBRAS, NUNCA MÁS

SOMBRAS, NUNCA MÁS

Cuántas veces escuchamos decir que las mujeres no entendemos de fútbol, que no es para nosotras. Cuántas veces se comenta entre amigas que es injusto que a nosotras siempre vóley y a ellos siempre fútbol; que en las clases de Educación física ellos tenían la posibilidad de jugar al deporte más popular y nosotras lo teníamos mal visto de antemano. 

Esto no es una excepción, a las mujeres se nos pone en la lista de espera siempre. Vivimos en una sociedad desigual, donde la violencia hacia nosotras es despiadada.

Pero de esta misma sociedad donde nace y se reproduce la desigualdad, también nació el fútbol, que es un deporte hermoso y lleno de magia. Entonces, la pregunta del millón es ¿qué se puede hacer desde el universo futbolístico para involucrarse en la lucha por la igualdad? Las respuestas a esta pregunta presentan grandes desafíos. Pero el fútbol puede y debe, por empezar, dejar jugar a las pibas en igualdad de condiciones. Para que después no se diga que el fútbol femenino es aburrido, falto de tácticas, de mística y gambeta es necesario que todos, todas y todes tengamos las mismas oportunidades para formarnos y aprender a dominar la redonda. 

En sintonía con esto es que se celebra la medida impulsada conjuntamente entre el Ministerio Nacional de Educación y la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) de incorporar el fútbol femenino en las clases de Educación física impartida en las escuelas. En este mismo convenio firmado en febrero de este año, también se promueve la terminalidad de la educación obligatoria para todas y todos los y las futbolistas. 

“El fútbol es una escuela para todas y todos” dijo el ministro Jaime Perczyk, y está en lo cierto, aunque también hay que agregar que a las mujeres se nos ha empujado históricamente al analfabetismo futbolístico. Se nos ha excluido de algo que muchas soñaron y sueñan con protagonizar. Sin argumentos válidos se instaló la idea de que no tenemos la misma capacidad, que hay deportes para nosotras y deportes para ellos. En los comienzos de la disciplina, allá por el siglo XIX en Inglaterra, se argumentaba que si las mujeres jugaban al fútbol corrían el riesgo de perder su capacidad gestante; hoy todavía se exclama que practicar fútbol puede modificar nuestra orientación sexual o, incluso comienzan a circular argumentos más vinculados a las finanzas, como que el fútbol femenino es poco rentable y entonces no vale la pena invertir en su desarrollo. En el siglo XIX la solución para impedir el fútbol femenino y acabar con los miedos a que la tasa de natalidad cayera en picada, fue prohibir la práctica para las mujeres. Hoy en pleno siglo XXI ya no se prohíbe, sino que se ralentiza su desarrollo. 

Pero, como bien nos ha demostrado la historia, la lucha perseverante y comprometida con los derechos de lxs excluidxs da sus frutos y, desde esas épocas donde el fútbol femenino estaba prohibido en la mayor parte del mundo, pasamos a tener varios avances que abren cada vez más el camino para las generaciones futuras. 

El convenio firmado entre Perczyk y el presidente de la casa madre del fútbol argentino Claudio «Chiqui» Tapia es un avance en tanto se pueda lograr que la medida sea recibida con los brazos abiertos en las instituciones educativas y en los clubes de barrio y de AFA. Se necesitan decisiones políticas, voluntad y presupuesto para que se multipliquen medidas de inclusión en el fútbol en particular y el deporte en general. 

La periodista deportiva, Ángela Lerena, dijo en una ocasión, que el fútbol femenino en Argentina ha estado invisibilizado la mayor parte de su historia y agregó: “nuestra épica se escribe uniendo los fragmentos de una historia rota”. Pero el problema nunca fue la falta de mujeres que quisieran jugar al fútbol sino su constante negación. Más de medio siglo separan al primer mundial FIFA masculino del femenino; en Argentina el primer torneo AFA oficial se disputó en 1991, mientras que el primer partido de fútbol femenino registrado en nuestro país se había jugado allá por el año 1923. Las llamadas “Pioneras” del fútbol argentino viajaron a la Copa Mundial México 1971 sin entrenador, sin botines y sin médico. Quedaron en el cuarto lugar gracias a un enorme triunfo sobre Inglaterra con cuatro goles de Elba Selva. El viaje fue todo a pulmón: las jugadoras vendían autógrafos y cantaban en bares para costear la vuelta. 

El camino se fue abriendo hasta llegar a la profesionalización del fútbol femenino en el año 2019. Aunque todavía falta un largo trecho para la igualdad, esos contratos firmados se festejaron con lágrimas en los ojos. Resta que la profesionalización llegue a los clubes del interior que todavía siguen en el amateurismo, así como también que el salario se iguale al de un jugador: misma división, mismo salario. 

Poco a poco se van derribando las excusas, los peros y ya no hay argumento válido para seguir cerrando la cancha a las pibas. 

Darle un mayor desarrollo y perfeccionar la formación de mujeres futbolistas es el gran desafío. Urge fortalecer desde las inferiores de cada club de barrio y de AFA, acercarnos al juego desde las escuelas; darnos el espacio, las herramientas y la oportunidad. 

Las mujeres queremos que nos dejen brillar en el verde césped, para no volver a las sombras nunca más.


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