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LOS ECOS DEL CORDOBAZO EN LAS CANCHAS

LOS ECOS DEL CORDOBAZO EN LAS CANCHAS

Durante el primer fin de semana de junio de 1969 no hubo fútbol en Córdoba. La décima fecha del Campeonato Clasificación de la Liga Cordobesa había sido suspendida. Las autoridades, políticas y futbolísticas, no veían con buenos ojos la concentración de miles de personas en las tribunas. Buscaban disipar cualquier clase de aglomeración en las calles de Córdoba. El fútbol suele ser una de las vías que se utilizan para mostrar cierta normalidad en la vida pública, sucedió durante la pandemia, en la crisis política del 2001 o mientras ocurría la guerra de Malvinas. Que la pelota no rodara durante ese primer fin de semana de junio era la demostración de que no sería tan fácil volver a la vida tal y como se la conocía antes del 29 de mayo de 1969. 

En las calles todavía se veían autos quemados, vidrieras rotas, montones de piedras, restos de bombas molotov, camiones del ejército y tanques de guerra. Los sindicatos, las fábricas y las universidades seguían reordenándose tras las detenciones. Las noticias de los encarcelamientos a los principales líderes políticos, sindicales y estudiantiles se esparcían como la luz en una habitación a oscuras. El poder represivo de la autodenominada “Revolución Argentina”, comandada por Juan Carlos Onganía, mordía con rabia. 

Como en Praga en enero de 1968, en París en mayo o en México Distrito Federal en octubre del mismo año, obreros y estudiantes de Córdoba habían hecho temblar las bases de un edificio que empezaba a derrumbarse. En la mañana del 29 de mayo de 1969, tras anunciar un paro de 36 horas contra las medidas políticas y económicas del gobierno de Onganía, los empleados de las fábricas marcharon desde la periferia cordobesa hacia el centro de la ciudad. En el camino se unirían a las columnas estudiantiles. La policía esperaba sobre los puentes que cruzan el río Suquía y en la Plaza San Martín. No era el primer levantamiento en una provincia: en los meses previos se habían sucedido el “Tucumanazo” y el “Rosariazo”, ambos terminaron con represión policial y muertos del lado civil. Los levantamientos en Tucumán y Rosario eran golpes al riñón de la “Revolución Argentina”. Córdoba estaba a punto de sacar la mano que dejaría knock out a las aspiraciones de Onganía de gobernar por veinte años.

Los obreros marcharon desde las fábricas. Córdoba era en ese entonces el segundo centro industrial del país por detrás de Buenos Aires. Los sindicatos, como Luz y Fuerza, dirigido por Agustín Tosco; la UTA (Unión Tranviarios Automotor), comandada por Atilio López; o Smata (Sindicato de Mecánicos y Afines al Transporte), conducida por Elpidio Torres, eran parte del sindicalismo argentino que resistía a los ajustes de Onganía y su ministro de economía, Adalbert Krieger Vasena. Desde el año anterior estaban alineados bajo la CGT de los Argentinos, dirigida por Raimundo Ongaro, contraria a la “oficial” y dialoguista con el gobierno de Augusto Timoteo Vandor. 

La llegada de las columnas de obreros y estudiantes fue recibida por la policía, de a pie y montada, con gases lacrimógenos y ráfagas de FAL (fusil automático ligero). La respuesta fueron piedras, bombas molotov y bolitas de metal para que los caballos no pudieran avanzar. La policía debió replegarse. Los obreros y estudiantes tomaron alrededor de ciento cincuenta manzanas de la ciudad entre la mañana y el mediodía. El paro se había transformado en pueblada. Los manifestantes rompían las vidrieras de los comercios de marcas estadounidenses, vinculando al imperialismo con la política económica del gobierno. El fuego crecía en las calles y el humo cubría la ciudad. La adrenalina por formar parte de un evento histórico tensaba los músculos, cuando los aviones de la Fuerza Aérea empezaron a sobrevolar. Onganía había dado la orden al Tercer Cuerpo del Ejército de trasladarse hasta Córdoba para retomar el control costara lo que costara. Por la tarde los camiones llenos de soldados armados y los tanques ingresaron a Córdoba. Para la noche el gobierno había recuperado el control de gran parte de la ciudad, pero la rebelión continuó en algunos barrios hasta la mañana siguiente. El Cordobazo había dejado un saldo de decenas de muertos -aunque las cifras oficiales hablaron de poco más de diez- cientos de heridos y camiones llenos de detenidos. Al día siguiente los principales líderes sindicales fueron encarcelados y enjuiciados por un Consejo de Guerra. Agustín Tosco, Atilio López y Elpidio Torrés fueron condenados a ocho años de cárcel. 

Diez días después del Cordobazo, y a pesar de la renuncia del ministro Krieger Vasena, el clima en Córdoba seguía en ebullición. Jugar la fecha suspendida del Campeonato Clasificación de la Liga Cordobesa fue un intento por volver a la normalidad. Un error del gobierno cordobés. Cuenta Gustavo Farías en una nota para La Voz del Interior que las canchas fueron el escenario de nuevos enfrentamientos. En San Vicente, donde Lavalle, un equipo hoy desaparecido, tenía su estadio y por cuyas calles habían marchado los obreros, el partido contra Las Palmas debió ser suspendido después de que un juez línea recibiera un hondazo. Las columnas sindicales también marcharon por la zona cercana a Barrio Jardín, donde todavía está la cancha de Talleres, y donde el encuentro entre el local y Huracán no pudo terminar cuando el público visitante empezó a arrojar objetos al campo de juego y a enfrentarse con la policía. Pero el principal foco estuvo en Nueva Italia, donde jugaban Racing y Belgrano, el equipo que hasta el día de hoy recuerda al Cordobazo en sus camisetas. Ahí se dio el principal reflejo de lo que había sido la jornada del 29 de mayo. La hinchada del Pirata no solo se enfrentó con la policía sino que hizo que esta retrocediera y abandonara el lugar. Tal como había ocurrido días antes cuando obreros y estudiantes tomaron la ciudad durante algunas horas. Tres de los cinco partidos de la jornada debieron ser suspendidos.

El Cordobazo generó la renuncia de todo el gabinete de ministros de Onganía. El militar que pretendía gobernar el país durante dos décadas se vio obligado a llamar a paritarias –los salarios habían sido congelados por dos años en los meses previos- para descomprimir la situación. Así pudo sostenerse en el gobierno un año más. Su final comenzó exactamente un año después. El 29 de mayo de 1970 fue secuestrado el ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu en lo que fue la primera operación de Montoneros. El 8 de junio, 364 días después de aquella jornada donde se suspendieron tres partidos del campeonato cordobés por reflejo del Cordobazo, Onganía fue depuesto por Roberto Marcelo Levingston. Las revueltas populares, con su principal foco en Córdoba, habían resquebrajado al poder militar. 


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