
El pueblo te hace así
Santi y Cata
“La nota que le hicieron cuando era chico y que se hizo famosa fue en una cancha de Pilar después de un partido que jugamos. Nosotros decíamos: ¡Mirá, mirá, le están haciendo una nota! Veíamos de atrás pero no sabíamos que estaba diciendo cuál era su sueño, que era el sueño de todos. Todos soñábamos con que Messi o Di María fueran campeones del mundo. Messi ya era un ídolo de este pueblo y ahora lo es Juli, nuestro amigo.”. Así, con emoción, nos introduce Santi Masera, amigo de Julián y parte del mismo equipo del Club Atlético Calchín, de manera simple y amorosa, a ese mundo de sueños y juegos infantiles.
Santi fue el primero en aceptar esta entrevista. Si bien gran parte de su tiempo vive en la ciudad de Córdoba por trabajo y estudio, permanentemente vuelve a su pueblo, y es parte de la Comisión Directiva del Club Atlético Calchín. Él nos va abriendo las puertas a esa infancia en la que jugaba desde muy pequeño y nos va contando cosas que nos hacen reír: “Yo era arquero y cuando empezamos quería dejar porque no me llegaba nunca la pelota: Juli movía adelante y hacía goles. Éramos muy chiquitos todavía y yo pensaba que nunca iba a poder atajar”.
Fueron compañeros en la escuela y amigos desde muy pequeños: “Un día nos pusimos a jugar en el patio de mi casa, era una picada, y yo no sabía más qué hacer para tocar la pelota, si pegarle con los pies, si agarrarla con las manos… ¡Me paseaba! En eso lo viene a buscar la madre y mi vieja le dice: “Che, Mariana, ¡qué bien que juega al futbol el Juli!, y ella le dice: sí se defiende. ¡Cómo no me va a pintar la cara si estaba frente a un futuro campeón del mundo! ¡Cómo no se iba a defender!”.
Entre distintas anécdotas, risas y mucho amor y respeto por su amigo, Santi nos fue guiando en los relatos y nos ayudó a contactarnos con otras personas de Calchín. Nuestra sorpresa fue muy grande cuando en la primera charla con él y consultado sobre si había fútbol femenino en el club, nos contó que no, pero que desde que se iniciaron a los 3 años y hasta los 15, jugó con ellos una chica llamada Catalina Chucair. ¡Claro que íbamos a entrevistarla si ella aceptaba! Nos dieron muchas ganas de conocerla.
Fuimos a buscarla y nos recibió con simpleza y calidez. Es profesora de Educación Física y trabaja en un gimnasio frente a su casa. “Yo empecé desde muy chica, desde que tengo uso de razón. Iba a la escuelita y después a competir por liga. Siempre me sentí cómoda entre mis compañeros y amigos. Nunca tuve drama, nunca fue algo que me haya molestado o me haya sentido incómoda. Al contrario. Yo iba y jugaba con ellos que son mis amigos de toda la vida. La verdad que ya cuando empecé a jugar en liga no era mixto, pero a mí me dejaban jugar: yo firmaba planilla, todo. Lo único diferente era al momento de cambiarse. Nunca me sentí excluida, era jugar con mis amigos de siempre y tranquila. Normal… como si nada”.
Normal, como si nada: una nena jugó al fútbol diez años con uno de los campeones del mundo.
Siempre chivateando
Santi y Cata nos van contando sus historias y las de los demás chicos del equipo y cómo vivían su niñez y la amistad.
“En Calchín hay un solo jardín, un solo colegio primario y uno secundario y entonces siempre estábamos todo el día y toda la vida juntos. Después él venía a mi casa o yo iba a la suya y jugábamos a la Play y después practicábamos en la calle y en los patios. A veces merendábamos en la casa de él, a veces en mi casa, pero la abuela de Julián, Herminda, es la que casi siempre nos hacía la merienda”, así nos trae Santi el recuerdo de la abuela que vivió siempre junto a Julián. Y sigue: “Andábamos en patota. Salíamos del colegio y ya estábamos organizando: a las tres de la tarde nos encontramos en la plaza y ahí íbamos y veníamos todos juntos. La verdad es que tuvimos una linda infancia, creo que todos te vamos a decir lo mismo. Julián también”.
“El fondo de mi patio da con el patio de la abuela de uno de los chicos, Bruno, que es enorme, y me acuerdo de que habíamos hecho una pista de bici y estaba re armada, tenía lomita, saltito, y estábamos todas las tardes ahí boludeando. Se hacía de noche y un frío tremendo, porque no era solamente fútbol, hacíamos de todo. En el tronco de un árbol habíamos puesto un elástico y jugábamos al arco… la pasábamos muy bien”. Y Cata nos lleva a sentir esa libertad que existe en los pueblos para las infancias y podemos imaginar esos juegos con los que disfrutaban más allá del frío de la llanura cordobesa.
También aclara: “No nos exigían. Y si no jugabas al fútbol había otros talleres: patín, básquet, danzas, folclore… yo probaba de todo. Algunos eran talleres de la municipalidad y otros eran del club. En ese momento el club solo tenía fútbol. Ahora tiene fútbol, vóley, jockey. Antes no había. Ibas, probabas… si te gustaba seguías… pero teníamos todo el tiempo para jugar y chivatear… tuvimos una infancia tranquila y creo que es igual en las infancias ahora, todo lo mismo, andan todos en bici, todos juntos. Igual que diez años atrás”. Y esto de que todavía andan en bici es muy notable porque frente a la escuela aparecen como un enjambre de ruedas y metales.
El pueblo permitía que anduvieran todo el tiempo de acá para allá y “fuera del horario escolar estábamos con mis amigas y con los varones. No era que las nenas andábamos por un lado y los varones por el otro. Siempre andábamos chivateando, pero yo además compartía el fútbol con los varones. Al lado de la casa de la Araña estaba el kiosco del Ganga y ahí jugábamos a la escondida, a la mancha, juegos típicos, siempre chivateando. No hacíamos nada productivo”
(extracto de la Historia de Julián Alvarez escrita por Simón Valente y Cecilia Merchán para el Libro Semilleros. La historia de los campeones del mundo en sus clubes de Barrio.)