Ensayos
NI GUERRA ENTRE HINCHAS, NI PAZ ENTRE CLASES

NI GUERRA ENTRE HINCHAS, NI PAZ ENTRE CLASES

El problema de la violencia dentro de las hinchadas y entre ellas. Cómo cortar por lo más delgado nos ha traído lo peor de esta pasión llamada fútbol.

“Lo lindo, lo espectacular, lo maravilloso del fútbol, se empaña con los hechos que vemos domingo tras domingo en los diferentes estadios, con los hechos de violencia precisamente”. No es extraño haber escuchado esto más de alguna vez en nuestras vidas, en las noticias, incluso en las sobremesas del día domingo. ¿Realmente se “mancha” el fútbol con estas situaciones? Puede que nuestra respuesta rápida, la más visceral, sea que sí. Es nuestra respuesta desde la guata, desde la rabia y la pena. Es una respuesta desde sentir en lo más hondo de nosotres, unas ganas inconmensurables de que eso no pase en el deporte y la cultura que tanto amamos, mucho menos, entre personas que vibramos con lo mismo, aunque los colores sean diferentes.

Probablemente, si solo condenamos la violencia que nuestros ojos pueden ver, terminamos reproduciendo el discurso hegemónico, traspasando la responsabilidad de estas situaciones a los sectores que históricamente se le ha traspasado, si, a los sectores populares. Porque el día que condenemos al unísono la violencia estatal y sistemática, tanto en el fútbol como en otros territorios en disputa, será el día que el pueblo y la clase habrán avanzado a niveles de conciencia mayores. Por el momento, solo nos podemos quedar observando como la condena y el punitivismo se apodera del sentido común futbolero y también de quienes constantemente comentan sobre la violencia.

No por creer que hay que darle una vuelta más a nuestras reflexiones en relación a las situaciones de violencia en el fútbol -el estadio o las barras en general- significa que engrandecemos la violencia entre la clase pobre. Somos hinchas, participes constante de nuestras barras, integrantes de organizaciones que luchan por cambiar cosas dentro de las hinchadas y podemos amar mucho nuestros colores, pero nunca vamos a estar de acuerdo con que sea nuestro pueblo, nuestra gente, la que sufre día a día con este sistema de explotación, quienes además tengan que pagar las consecuencias de la violencia directa. Nunca vamos a estar de acuerdo que por los colores nos matemos entre la misma clase.

Sin embargo -y esto no a modo de justificación, sino que de constatar una realidad-, la cultura de las barras, principalmente en NuestraAmérica, se ha ido desarrollando durante mucho tiempo, al alero de la violencia. Este desarrollo de las barras con una identidad muy marcada desde este lado del mundo, han tenido una gran influencia en las últimas décadas. Hemos visto las dos caras de la moneda, con un fuerte rol social y ligadas en ocasiones a las luchas antidictatoriales y antiautoritarias, como también hemos sido testigos de la violencia más descarnada, las mafias o el narcotráfico siendo protagonistas de las hinchadas. Sin ir mucho más allá, en la revuelta popular iniciada el 2019 en Chile, las principales barras de este país, fueron partícipes activas de las diferentes luchas callejeras e instancias de organización que se levantaron en todos los territorios, demostrando que más allá de sus rivalidades, se lograba identificar un enemigo común. No obstante, apenas un año después de este primer impulso, vimos como volvían los enfrentamientos en plenas manifestaciones que dejaron a más de alguno atónito frente a este escenario. Pero, ¿Por qué si en algún momento lograron ciertos grados de unidad, la violencia entre barras fue lo que terminó primando a final de cuentas? Probablemente porque seguimos sin colocar los factores correctos en la ecuación para enfrentar la violencia en estos espacios, y peor aún, porque la mayoría de quienes nos organizamos, estamos lejanos a los espacios dentro de las hinchadas, y eso nos hacen construir análisis muchas veces errados de la forma en la que se mueven internamente las barras.

Ahora bien, quizás hay una pregunta que muchos se han hecho, que sería bueno llevarla a otro plano. ¿Es muy distinto, esta lógica de la violencia en el fútbol con lo que vivimos diariamente en los barrios pobres tanto de Chile como del resto de NuestraAmérica? Probablemente nuestra respuesta sería que no. Mucho podemos teorizar sobre esto, pero lo concreto es que, si en las poblaciones la clase obrera busca salvarse como puede, donde las niñeces y adolescentes han cambiado los balones corriendo por las calles y peladeros por fierros en los bolsillos y drogas en las esquinas, ¿Cómo podemos pedirles que al momento de colocarse la camiseta de hincha, sean de una manera distinta? Es que nos pasaríamos de hipócritas, y probablemente seríamos indicados como parte de su enemigo, así como ocurre cuando se les apunta con el dedo y no se tratan las problemáticas de raíz que traen como consecuencias la cultura de la violencia en los territorios.

No obstante, tampoco podemos jugar al empate, ya que es nuestra clase y nuestro pueblo el que sufre las consecuencias, quienes mueren en el estadio y en las poblaciones, quienes mantienen el miedo constante. El discurso de que hay que entender las violencias de las barras porque así nacieron, así se desarrollaron y probablemente así morirán -en su ley dirían algunos- nos puede llevar a un error garrafal en la historia. Porque lamentablemente hay una idea que se repite tanto en el territorio barrial como en el territorio hinchadas, hay una visión de mundo de que la violencia física, directa, explicita, es un mecanismo válido para resolver los conflictos. Y así es como se avala la guerra al interior de nuestro pueblo, en vez de ser contra la clase que nos oprime, esa que engendra la violencia en lo más profundo para después desentenderse.

Tampoco hay que ir mucho más allá para hacerle frente a algo que el orden hegemónico nunca ha querido hacerse cargo. Hay tareas pendientes por parte de quienes nos situamos en la vereda de las transformaciones sociales, hay espacios que habitar, territorios que disputar en los barrios y también en las organizaciones de hinchas. Hay que construir una visión de fútbol distinta, no como algo impuesto ni como algo circunstancial en la vida de quienes vivimos la cultura futbolística. Hay que disputar la hegemonía, porque nos siguen ganando la guerra entre clases y nuestros intentos por erradicar la violencia en el fútbol serán estériles. Hay mucho que hacer y el tiempo en contra, porque nos llevan años de ventaja, pero nunca olvidemos que desde atrás pica el indio.

NI GUERRA ENTRE HINCHAS, NI PAZ ENTRE CLASES.


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Autor

  • Tomás Elgueta

    Del Colectivo Fútbol y Resistencias. Profesor en Educación Diferencial de la UMCE, Educador Popular 4n Escuela para adultos Caleta Sur, poblador de Independencia, socio e hincha de Colo Colo.

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