Ensayos
UN GRITO DE CORAZÓN EN ALEMANIA 74

UN GRITO DE CORAZÓN EN ALEMANIA 74

Los futbolistas del seleccionado argentino regresaron a la concentración. Ya estaban eliminados del Mundial de Alemania en 1974, así que aprovecharon para ir al centro de Dusseldorf a comprar botines y ropa deportiva. Al volver a Metzkausen, donde concentraban, se encontraron con la bandera a media asta. No hizo falta preguntar nada, todos sabían que Perón estaba grave.

Lo primero que hicieron fue armar un altar con una imagen del General y unas velas. Mientras algunos futbolistas lloraban, otros se preguntaban qué hacer. Luego de perder los primeros dos partidos del Grupo A (contra Brasil y la Holanda de Cruyff) a la participación Argentina en el Mundial todavía le faltaba un partido: el 3 de julio contra Alemania Oriental. Los dirigentes armaban sus valijas para volver al país. A la concentración llegaban telegramas de todas las federaciones expresando sus condolencias. “¿Y qué hacemos che?”, preguntó uno. “Por lo pronto ir a misa”, fue la respuesta.

Viajaron hasta la iglesia San Lambertus, en Mettman y participaron de la misa honrando la memoria de Perón. Tanto a la ida como a la vuelta el comentario era el mismo. “No hay que jugar”.

Al regresar a la concentración, la idea de no presentarse a jugar terminó de cobrar cuerpo. Los dirigentes tenían las valijas hechas y se volvían a Buenos Aires. “Tranquilos muchachos, decretaron tres días de luto”, escucharon los futbolistas. “Ni la televisión va a dar los partidos”, los convencían. “El miércoles mismo van a inhumar al General, no los van a hacer jugar”, los argumentos tenían su lógica.

Paulino Niembro, padre de Fernando, sindicalista y dirigente de Nueva Chicago, se comunicó con Stanley Rous, delegado de la FIFA, y le comunicó la decisión. No tuvo en cuenta que si la FIFA daba una respuesta negativa, los futbolistas y el cuerpo técnico quedaban solos para tratar de torcer la decisión.

La respuesta fue tajante: si Argentina no se presentaba a jugar tendría que pagar una multa de 600.000 dólares y se le quitaría la organización del próximo mundial. Frente al altar algunos continuaron llorando. Los más experimentados decidieron escribir un comunicado.

«Ante la congoja total que nos aflige a todos los integrantes de esta delegación por la irreparable pérdida de nuestro Presidente Juan Domingo Perón, nosotros, los jugadores, sentimos en este momento la obligación de expresar nuestro estado de ánimo. En esta situación, anímicamente consideramos que es imposible competir, y así se lo hemos hecho saber a los señores directivos. Ante el compromiso que tiene nuestro país en esta Copa Mundial no nos cabe otra alternativa que ajustarnos a las disposiciones reglamentarias, pero las mismas no pueden disimular nuestro profundo pesar por el momento que vivimos nosotros y todo el pueblo argentino».

Lo firmaron todos, incluido el cuerpo técnico. La FIFA se mantuvo en su posición. Si hay algo que no se altera en el tiempo, es que la organización que regula el fútbol mundial no suspende partidos fácilmente. Sí accedieron a hacer un minuto de silencio durante el partido.

El miércoles 3 de julio amaneció gris, con una fina lluvia sobre el estadio Parkstadion en Gelsenkirchen. Viajaron hacia la cancha pasado el mediodía sabiendo que ni siquiera tendrían a sus compatriotas escuchando el partido por radio o mirando por televisión. Algunos se preguntaban qué hacer en caso convertir un gol. Otros simplemente como concentrarse durante el partido.

A las 15:30 la lluvia se sostenía imperturbable cuando el árbitro pitó el comienzo del partido. Los futbolistas argentinos tenían una cinta negra en el brazo. A los 10 minutos el árbitro detuvo el partido. El estadio quedó en silencio. En las tribunas las personas se pusieron de pie. Los jugadores argentinos y alemanes, parados en el mismo lugar en donde los encontró el pitido del árbitro, agacharon sus cabezas. En uno de los mástiles la bandera argentina flameaba con violencia por el viento en Gelsenkirchen.

El partido se reanudó. Los jugadores argentinos no volvieron con facilidad. En cinco minutos Alemania Oriental tuvo tres ocasiones claras para marcar el primer gol. Fillol contuvo los embates, pero la tercera fue la vencida y los alemanes alineados con la Unión Soviética se pusieron arriba en el marcador.

A los 23 minutos Mario Alberto Kempes llegó hasta el fondo. Amagó con centrar y enganchó dejando despatarrado al defensor alemán. Tiró el centro al corazón del área. René Orlando Houseman apareció solo. Y le rompió el arco a Juergen Croy.

El primer futbolista en convertir un gol tras la muerte de Perón, había nacido en La Banda, Santiago del Estero y crecido en una villa en el Bajo Belgrano. Houseman no lo gritó, en su lugar simplemente dijo: “Viva Perón”.


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Autor

  • Juan Stanisci

    Nació y vive en La Boca. Escritor y director en Lástima a nadie, maestro. Escribe y colabora en medios digitales de Argentina, Uruguay y México. Es uno de los autores del libro Crónicas Maradonianas.