OTRA EDUCACIÓN ES POSIBLE
“La educación debe ser entendida como ‘un derecho que da derechos”
Pablo Pineau (Pedagogo argentino. 2008)
Desde la educación pública popular pensamos que otra educación es posible. Una educación que potencia sujetos hacia un auto-reconocimiento de sus derechos e inserto en relaciones sociales que nos constituyen como ser humano social.
La construcción y defensa de la educación pública son ejes centrales, junto con la necesidad de pensar lo popular disputando los límites de lo público, articulando con el sistema educativo y buscando incluir a aquellxs estudiantes excluidxs del sistema educativo. En este sentido, se busca aportar a transformar lo público en popular, democratizando el derecho a la educación y entendiendo la responsabilidad del Estado de garantizar ese derecho.
Reflexionar crítica y colectivamente sobre nuestras propias prácticas político-pedagógicas constituye un aporte a la discusión sobre el diseño y la construcción de políticas educativas, pensadas desde los territorios, para garantizar el derecho a la educación.
Promovemos una educación laica (independiente de cualquier orientación religiosa) y gratuita para que las condiciones materiales de existencia no sea un impedimento para el acceso al aprendizaje.
Por otro lado, si la lógica civilizatoria y la de subordinación de las personas se fundamentan sobre la exclusión de lxs sujetos bajo un orden hegemónico que establece límites de pertenencia, la posibilidad de ser “incluido” marca una diferencia excluyente, se vincula con el problema de las clases sociales y sus relaciones, es decir con el orden social predominante.
En general se asocia a la educación popular a territorios vulnerables, a personas vulneradas, al uso exclusivo del juego, a la no exigencia dado el contexto en que se implementa. Sin embargo, la Educación Pública Popular tiene unas características esenciales que marcan su diferencia con la educación bancaria, cuenta con herramientas que facilitan y son condición de posibilidad para la formación comunitaria, en un aprendizaje situado en su contexto de vida.
En principio, reconocemos a lxs estudiantxs como sujetos con derechos, saberes previos, experiencias de vida y como sujetos con potencia. Si en el otrx estudiante o aprendiente vemos a sujetos activos de su aprendizaje les trataremos como iguales a nosotrxs, lxs docentes, y no solo como objetos donde depositamos conocimientos considerados verdades exclusivas y excluyentes. Este es uno de los objetivos de la educación popular, no enseñamos “la realidad”, enseñamos para potenciar y fortalecer en lxs sujetos las condiciones para pensarla, criticarla y desnaturalizarla.
Por un lado, los saberes previos se basan en inteligencias múltiples relacionadas con las capacidades y facilidades que cada unx traemos con nosotrxs. En cuanto a las experiencias de vida lo pensamos desde la pedagogía liberadora, según Estela Quintar, es la pedagogía del estar siendo EN y CON el mundo.
La educación que conocemos y que transitamos normalmente (o en la mayoría de los casos) es la formación del “sujeto mínimo” conformado a través de la “pedagogía del bonsái” sobre quienes una mano formadora recorta y limita su propio desarrollo personal de acuerdo a modelos que el poder hegemónico establece para producir y reproducir sus propios intereses. Estamos hablando que el “orden social” exige sujetos mínimos, sumisos, que sean individuos y que no se reconozcan como sujetos con derechos y en comunidad.
A su pesar, desde la educación popular se promueve a “sujetos erguidos” basado en la idea de la pedagogía de la potencia. Potenciación que parte de la propia subjetividad del/a estudiante y reconociendo toda su riqueza como ser humano. Esta mirada del otrx estudiante conlleva una escucha atenta y de respeto mutuo que promueve un diálogo entre saberes que circulan en el espacio del aula.
Desde aquí, la formación en los barrios se fundamenta en herramientas teóricas que despiertan estas potencialidades desde todas sus capacidades creativas, radicalmente humanas y socialmente activxs de su realidad concreta en la recreación permanente de un “hacer con otrxs” desarmando la naturalización del mundo que nos rodea para romper con esta lógica civilizatoria individualista y competitiva que, adquirida a través del sistema educativo tradicional, atraviesa nuestra cabeza y el cuerpo.
Pero entonces… ¿Qué enseñamos?
Freire nos propone pensar la enseñanza como campo de lucha y la educación como una práctica política.
En este sentido y, colaborando en la construcción de sujetos autónomxs y potenciadxs, deberíamos sembrar en lxs estudiantes una “nueva idea” en cada encuentro. El proceso de incorporación de nuevos aprendizajes parte de reconocer los saberes previos, en tanto capas arqueológicas de conocimiento. A este proceso lo denominamos aprendizaje significativo, desde una pedagogía del constructivismo social en el cual y, a partir del cual, circulan y se comparten los saberes hace que las “nuevas ideas”, los nuevos conceptos, se anclen en aquellos saberes previos de manera organizada y estable.
En el espacio formativo en barrios la enseñanza a través del deporte y del juego tienen objetivos específicos, como: construir comunidad, generar reglas compartidas, aceptación del error y tolerancia a la frustración. Es decir, el juego en sí mismo no alcanza para potenciar sujetos, en todo caso es vehículo mediante el cual se fomentan valores sociales de solidaridad.
A través de la formación comunitaria se impulsa en lxs estudiantes el desarrollo de capacidades para un “saber ser” fundamentado y reflexivo vinculado al “saber hacer” en el cual se integran los conceptos, las técnicas, normas, criterios y actitudes, desde una pedagogía crítica en la cual la enseñanza y el aprendizaje es un proceso de recuperación de la memoria, de la historia, de la emocionalidad, donde se entrecruzan los aspectos económicos, políticos y culturales, las condiciones materiales de existencia de cada unx humanizando la educación.
“No aceptes lo habitual como cosa natural porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”
Bertolt Brecht
Estas propuestas necesitan de herramientas que faciliten el camino hacia un horizonte donde nada es imposible de cambiar.
Volviendo a la educación como campo de lucha, es inevitable poner en cuestión qué tipo de educación promovemos para alcanzar el éxito o el fracaso y qué tipo de sujetos colaboramos en construir que puedan escapar al control social impuesto por la lógica predominante.