LOS PUEBLOS JUEGAN
Siguiendo las palabras del filósofo francés, P Bourdieu (1978)* y nuestras propias experiencias, sabemos que la definición social del Deporte es objeto de permanentes luchas, donde se ponen en juego por lo menos dos cuestiones; por un lado la capacidad monopolizadora de imponer la definición y la función legítima de las prácticas y actividad deportiva. Y por otro, la definición del cuerpo legítimo y del uso legítimo del cuerpo (¿qué cuerpos pueden jugar y a qué?). Podemos, entonces, plantear una primera aproximación a la misma afirmando que el Deporte es Juego institucionalizado.
Y por “institución” no entendemos sólo a las federaciones y asociaciones deportivas, sino también a una normatividad y reglamentación más rígida que la que se da en las prácticas lúdicas (1).
Llegados a este punto, navegaremos brevemente por esta palabra con la que todos y todas nos hemos relacionado en algún momento de nuestras vidas: el Juego.
Vamos a pensar el Juego desde “lo cultural”, ¿qué significa esto?, lo vamos a considerar como una realidad específicamente humana, y en cuanto tal, compleja y abierta. Y si bien podríamos notar que los animales también juegan, en nuestra especie esta práctica incorpora otros factores.
Jugamos a lo largo de nuestra vida, y de esta manera desarrollamos el carácter, la personalidad, y configuramos tanto la inteligencia como los vínculos sociales. El Juego es una constante vital en la evolución, maduración y aprendizaje del ser humano; y Huizinga (1979) llega a afirmar incluso que el Juego es más viejo que la Cultura, que ésta brota del Juego, y se desarrolla en el Juego. El Juego es Cultura más que un componente formal de la Cultura.
Etimológicamente (2), la palabra Cultura proviene de “cultivo”; nos conecta a la tierra, nos arraiga (3) y nos hace sentir Comunidad. Y así como los primeros juegos estaban relacionados con la mera supervivencia (correr-saltar-lanzar), luego se fueron desarrollando otros vinculados a las diversas facetas culturales del ser humano, y a los acontecimientos y tareas habituales de sus comunidades: ritos, fiestas, agradecimiento a dioses, logros, conquistas, cumpleaños, nacimientos, muerte
Los Pueblos han jugado siempre, a lo largo y ancho de nuestra Casa Común que es la Tierra, y de nuestra historia larga. E, incluso, hay autores que conjeturan que los seres humanos nos manifestamos primero como “homo ludens” (que juega) y “homo faber” (que trabaja), que como “homo sapiens” (que piensa). Y con esto no queremos significar que para trabajar y para jugar no se piense, sino más bien que estas prácticas edifican la racionalidad.
Al convertirse en social, entonces, el juego se fue volviendo más sofisticado, propiciando el surgimiento del Deporte. Sin dudas es un pilar en el que se apoya la historia cultural de nuestro tiempo (quizá equiparable a la Música) y un soporte de lo propio, en tanto humanos.
De esta manera, podemos rastrear los orígenes del deporte en las habilidades mismas que prehistóricamente eran necesarias para sobrevivir, así como también en los juegos rituales, tradicionales y populares de los Pueblos, que se repetían en distintas latitudes, con las particularidades de cada comunidad arraigada en la geografía que habitaba. Es así que encontramos juegos de pelota desde China hasta las Islas Británicas y desde México hasta Italia, prácticas muy similares al Hockey en Sudamérica (el “Palín”), o incluso que nuestro Deporte Nacional (el “Pato”) se juega de manera casi idéntica en las estepas asiáticas… ¡pero con un cordero!
La palabra DEPORTE designa un término que es auténticamente ecuménico (4), tanto en su sentido de universalidad como de capacidad comunicativa. Gran parte de la humanidad se vincula, de una u otra manera, con esta “religión laica globalizada” (Beltrán Olivera, 2006, pág. 3), ya sea como práctica, espectáculo o estilo de vida.
Ahora bien, lo que comúnmente llamamos Deporte Moderno, puede ser entendido como la confluencia entre el espíritu agonal (5) griego, la secularización (6) de prácticas festivas y rituales de las clases populares de la Edad Media (con sus silencios y ocultamientos), y las prácticas de divertimento y ocio de la aristocracia inglesa, que se desarrolló en las instituciones educativas de las élites entre los siglos XVIII y XIX.
Pero sin desconocer que domesticar los juegos populares era y es una manera de domesticar a los trabajadores para que sepan cumplir las nuevas leyes que las clases dominantes empezaron a establecer para manejar los Estados nacientes, que hace dos siglos y medio atrás se convierten en una nueva manera de organizar a la sociedad con el nacimiento del capitalismo y la revolución industrial.
De la misma manera entendemos que la instalación del deporte moderno y sus diferentes disciplinas, que se vienen desarrollando desde mediados de 1800 a esta parte, es producto de la colonización europea. Muchos de los deportes que nos gustan y jugamos con gran placer ilustran la imposición imperialista que ha destruido pueblos y culturas enteras en todo nuestro continente (también en otros continentes cómo África).
Hay mucho terreno por investigar y dar a conocer sobre los juegos de pueblos originarios de esta región. Recuperar estas prácticas corporales y de juego, también es mantener vivas a culturas que han sufrido uno de los mayores genocidios de la historia.
Con todas estas características, es que el Deporte Moderno se exporta a América Latina con la política expansiva de los capitales ingleses en el último tercio del siglo XIX, para ir generando en nuestro país un Deporte Criollo (con su institución propia y original: el “Club de Barrio”) y un Modelo Deportivo Nacional.
La deportivización de nuestras sociedades nos obliga a interrogar al fenómeno, ya sea para producir saberes como para participar en la gestación de políticas públicas. Y todo esto nos lleva a una tensión en el Deporte actual: por un lado, el Juego, su dimensión lúdica y plus de sentido. Y por otro lado, el espectáculo massmediático (7), en donde la pérdida de gratuidad lo emparenta con la actividad económica y el juego pasa a ser una mercancía
Debemos, entonces, superar el carácter ideológico del Deporte que asume una función de adaptación y control social, para verlo como Cultura. De manera plural, polisémica (8) y hasta contradictoria (Alabarces: 1998).
Es necesario leer el deporte en su multidimensionalidad, como uno de los escenarios privilegiados para atisbar (9) las representaciones que una sociedad se hace de sí misma con su centralidad metafórica, su convocatoria renovada y su persistencia identificatoria. Afirmando el lugar de lo corporal para las clases populares en el mercado simbólico. Reivindicando estrategias como mecanismos de disputa. Conectándonos con la dimensión lúdica de la Cultura mediante el Deporte, que a pesar de su mercantilización (10) conserva ese plus de sentido refugiado en el Juego.
Ya que la Cultura en una sociedad de masas viene determinada en buena medida por la forma en que la mayoría de la población, que no es elite, usa su ocio y tiempo libre, el Deporte en tanto Cultura Popular nos lleva a replantear su organización en nuestra sociedad y estimular el desarrollo de determinados valores en detrimento de otros (Ferrando: 1983).
Por lo tanto, el Deporte Popular y Comunitario, con toda su carga de espontaneidad y libre expresión, requiere condiciones sociales y políticas que lo estimulen, y es allí donde “la dimensión lúdica reaparece en los intersticios (11) de la mercancía” (Alabarces, P., pág. 9).
A través del Deporte, el ser humano puede “cultivarse”, acceder al uso y disfrute de recursos acumulados, para acrecentarlos y transmitirlos a través de espacios que se afirmen como núcleos de buen sentido desde donde fortalecer la organización comunitaria.
BIBLIOGRAFÍA
Alabarces, P., (1998), “¿De qué hablamos cuando hablamos de Deporte?”
Beltrán Olivera, (2006), “Hacia una nueva concepción del Deporte: Factores endógenos y exógenos”
Bourdieu, P., (1978), “Deporte y Clase Social”
Bracht, V., (2017), “Esbozo de una crítica inmanente al Deporte de Alto Rendimiento”
Brohm, J. M., (1978), “20 Tesis sobre el Deporte”
Corriente y Montero, (2011), “Citius, altius, fortius: el Libro Negro del Deporte”
Dupuy, M., (2016), “El juego y el jugar como puerta de entrada a auténticas experiencias de movimiento”
Ferrando, M., (1983), “Deporte para todos es Cultura para todos”
Gerlero, J., (2004), “Hacia un concepto de Recreación”
Lester y Russell, (2011), “El derecho de los niños y las niñas a jugar”
Paredes Ortiz, J., (2002), “El Deporte como Juego”