CLUBES Y ORGANIZACIÓN COMUNITARIA
Historia, presente y futuro
… “Cuando las vías férreas comenzaban a extenderse rápidamente por todo el país y se aprueba la Ley que contemplaba las ocho horas de trabajo por día y un día de descanso obligatorio en la semana comienza en todo el país a formarse infinidad de nuevos clubes, a crecer y muchos de los cuales se hicieron grandes en el tiempo, superando a la misma barriada que les había dado origen. Estos clubes, en su amplia mayoría nacieron como culturales, sociales y deportivos, y en las décadas de 1920 y 1930, recibían ya en su seno a una inmensa parte de la población, especialmente en las grandes ciudades, lo que motivó que los deportes se fueran acriollando” …
… “Estas instituciones tuvieron su apogeo y esplendor entre las décadas de 1940 y 1970, constituyendo un auténtico fenómeno social para la época” …
Estas palabras que nos cuenta el reconocido escritor e imprescindible referente de nuestro deporte Víctor Lupo, en su libro “100 ídolos tucumanos” nos hablan, un poco, de la historia de esos clubes que, a partir de su origen popular, surgen a comienzo del siglo XX.
El club como institución deportiva cultural y social no siempre logra constituirse como “el club del barrio”. La diferencia que encontramos a lo largo de este proceso intencional de ataque a la organización popular, la familia, la transmisión cultural y al deporte como organizador de la comunidad, radica en que hoy gran parte de las instituciones deportivas no logran la autonomía ni la fortaleza institucional para elaborar y sostener propuestas que puedan alojar al barrio en su conjunto, entendiendo por esto, el poder proponer actividades para todas las edades y con la variedad necesaria para atraer y sostener en la práctica deportiva a los niñxs y jóvenes en relación a la demanda concreta que pueda surgir de estas poblaciones.
Para poder caracterizar el desmantelamiento de los clubes sociales, encontramos que han perdido estructura (tercerizando espacios propios y perdiendo capital social), en el intento de mantener las cuentas de manera que le permitan seguir funcionando. Incluso desfinanciándose y perdiendo activos para hacer frente a sucesivas deudas contraídas. Entre otros factores y políticas deportivas insuficientes, fundamentalmente al no diferenciar el club social de entidades con fines de lucro, hizo que se le exigieran las mismas condiciones que a las S.A., SIN DISCRIMINAR EL PAGO DE IMPUESTOS Y SERVIVIOS o LA POTESTAD SOBRE SUS TERRENOS.
El déficit económico a su vez da lugar a procesos internos de pérdida de capital social (menos propuestas, menos socios), dificultando incluso el trasvasamiento generacional propio de la dinámica social que en los clubes se gestaba, interrumpiendo la formación de nuevos dirigentes que puedan sostener en el tiempo el espíritu del CLUB, dando lugar a comisiones directivas con mucha voluntad pero deterioradas tanto en la formación DEPORTIVA como POLITICA que entendiera el deporte desde ese espíritu popular, apremiadas por sostener su estructura y perdiendo autonomía. Dando lugar a esta doble trampa en la que el club fue obligado a caer, tanto en lo material como en lo espiritual.
En cuanto a la realidad del deporte argentino, sumado al proceso de deterioro del club como célula básica del deporte, la continua reducción del PODER ADQUISITIVO DE LOS ARGENTINOS DIERON LUGAR A UN DEPORTE PARA POCOS. Esto aparentemente no fue observado por ningún decisor a la hora de definir políticas públicas, tanto las que pudieran estar direccionadas al deporte, como tampoco aquellas que deberían trabajar desde lo social e incluso desde la SALUD PÚBLICA. En ningún caso el club de barrio se encontró dentro del radar de estas, siendo olvidado y nunca entendido como actor social fundamental dentro de la comunidad.
Entendiendo la situación de los clubes en la actualidad, su estado económico de desfinanciamiento y el olvido que sufrieron por parte de las políticas públicas a partir de las últimas décadas, sabemos que no están en la mejor posición para avanzar del modo en que se los vio anteriormente, pero, a la vez, la potencia de su origen social y la confianza en la construcción de microprocesos comunitarios, donde las puertas del club al barrio estén abiertas y se promuevan espacios de participación ciudadanos, los objetivos comunes con el deporte como estandarte y herramientas formativas que dan lugar al encuentro con la comunidad, permiten visualizar el rescate de nuestros clubes sociales, el desarrollo del deportivos argentino y la construcción comunitaria.
La pandemia dio lugar a que los clubes de barrio muestren su arraigo local y desde su humilde lugar, supieron estar presentes donde la necesidad de la comunidad se manifieste y el estado no aparezca, merenderos, ollas populares, roperos comunitarios, etc.
El club puede ser en ocasiones simplemente el canal de acceso, o quien aporta un espacio y en la interacción con otros actores sociales como por ejemplo las iglesias, las escuelas, las organizaciones de la sociedad civil y otros, definir la propuesta comunitaria que aporte soluciones a las necesidades del barrio. Como definimos anteriormente, el armado de la red solidaria puede ser el sustento para organizar la comunidad y el club uno de los motores que dé marcha al proceso de fortalecimiento de la comunidad.
Entendiendo al club como espacio de la comunidad y su rol social, la disociación del club y la familia es un síntoma de la falta de propuestas integradoras que el club podría incluir en su plan estratégico.
El proceso de participación de las familias dentro de la institución deportiva debe pensarse desde un primer momento. Ya cuando comienzan a interactuar con el club, al acompañar a lxs niñxs a sus actividades, las familias deben percibir una actitud receptiva, señales de que ese también puede ser su lugar. Luego será cuestión de que la propuesta institucional contenga las estrategias para que se sientan parte del club y su integración se acreciente progresivamente a partir de actividades por franjas etarias y preferencias que los contengan.
Seguramente es difícil para cada institución remar contra corriente, pero seguir esperando a que la política llegue es seguir en el proceso de deterioro y pérdida de funcionalidad social.
Todo esfuerzo que podamos direccionar al fortalecimiento de las instituciones intermedias (clubes de barrio, ligas locales, talleres comunitarios, etc) vale la pena en favor de un deporte verdaderamente democrático y la organización comunitaria.