Ensayos
NI ESCLAVOS NI MARIONETAS

NI ESCLAVOS NI MARIONETAS

La historia de la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales

Alguien dijo que era el fin de la historia. El muro de Berlín había caído y el polvo del derrumbe de la Unión Soviética todavía estaba en el aire. Las ideologías se habían secado, eran cáscaras vacías que se resquebrajarían de solo tocarlas. La década del 90, al menos en occidente, parecía darle la razón: liberalismo al palo y el libre mercado como único eje. El fútbol a partir de la Ley Bosman – aquella que permitió la libertad de acción a los futbolistas sin contrato y la posibilidad de que los jugadores con pasaporte comunitario europeo no ocuparan plaza de extranjero- modificó la estructura del deporte. Pero en 1995 hubo intento por parte de los futbolistas de politizar y cuestionar a quienes, detrás de un escritorio y vestidos de traje, contaban billetes mientras digitaban sus destinos. 

París. 3 de enero de 1995. La revista francesa France Football había decidido reparar un error histórico: darle a Diego Maradona un balón de oro. Durante décadas la publicación solo había otorgado el premio a jugadores europeos. Diego, como muchos otros futbolistas sudamericanos o africanos, no había tenido la posibilidad siquiera de competir por él. Maradona, todavía suspendido por el doping positivo en el mundial de Estados Unidos 1994, se paró frente a los periodistas junto a Claudia, Dalma y Giannina. Esas conferencias de prensas suelen ser una instancia protocolar, un mar de agradecimientos. Maradona, quien podía hacer una gran cantidad de cosas menos dejar de ser Maradona, dijo: “Tengo la palabra de Bebeto, de Romario, de Stoichkov, de Francescoli, de Negrete (…), voy a hablar con Gullit y con los jugadores italianos que tengo buena amistad. Y ahí empezaremos a armar todo esto que se va a llamar el Sindicato de Defensa de los Jugadores del Fútbol”. 

La idea, al menos en Maradona, había surgido casi una década antes. Durante el mundial de México 86, Diego y varios futbolistas de diferentes seleccionados, se habían enfrentado a la FIFA por obligarlos a disputar partidos al mediodía. Havelange, por entonces presidente, los mandó a callar. Amenazaron con parar. El ambiente del fútbol no se caracteriza por la solidaridad entre colegas. La mirada de los hinchas, la capacidad del dinero para torcer opiniones y la posibilidad siempre latente de ganar un título, llevan a que los reclamos laborales queden en nada. Pero nueve años después, ya en el ocaso de su carrera, Maradona juntó a los mejores de su época para plantarse frente a la corporación del fútbol. 

El contexto en el que se planteó la posibilidad del sindicato era muy distinto al de México 86. El número de equipos en mundiales había aumentado. El fútbol mutaba hacia una etapa híper mercantilizada: contratos publicitarios cada vez más altos, transferencias récord año a año, derechos de televisión irrisorios. El mundial de Estados Unidos 94, aquel donde le cortaron las piernas a Diego, suele ser marcado como el inicio de la era moderna del fútbol. Una era donde el romanticismo, si es que alguna vez existió, desaparecía detrás de millonarios comprando clubes, publicidades llenando camisetas o futbolistas saltando de un club a otro. El sindicato asomaba con dos opciones en su camino: ser un contrapeso de los dirigentes y las corporaciones o tratar de morder un pedazo de la torta que estos se repartían.

Londres. 31 de enero de 1995. Un tipo baja once escalones. Atropella. No tiene mucho tiempo. Hay otro que pasa caminando por adelante. Sigue unos metros y escucha al que bajó a atropellando. No da tiempo a nada. Salta, flexiona y una pierna y estira la otra. Va a directo contra el pecho del que bajó atropellando. Se levanta como puede y busca meterle una trompada. Lo sacan los de seguridad. Del primero se sabrá, a los pocos días, sobre su militancia racista y xenófoba. Del segundo, en cambio, que esa patada fue lo mejor que hizo en toda su carrera. “No todos los días se patea un fascista”, se relamía Eric Cantoná cada vez que le preguntaban.

El 28 de septiembre de 1995 el sindicato que había planteado Diego Maradona fue presentado como Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales. El 10, hasta hacía poco tiempo sancionado por el doping en Estados Unidos, fue electo presidente. Como vicepresidente quedó Eric Cantoná, todavía suspendido por la patada al hooligan. Los díscolos contra las corporaciones del fútbol. Junto a ellos estaban: George Weah, Ciro Ferrara, Gianfranco Zola, Gianluca Vialli, Hristo Stoichov, Laurent Blanc, Michael Preud’Homme, Rai, Carlos Valderrama, Thomas Brolin, entre varios otros. Gran parte de la elite del fútbol de la época se sumaba al sindicato. 

La organización gremial sirve para ser escuchados. Cuantos más se juntan, más ruido se genera. Si un futbolista decide parar, es probable que le rescindan el contrato. Si lo hacen decenas de los mejores, no quedará otra que negociar. La Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales, allá por 1995, se proponía: «la defensa de los principios fundamentales del fútbol y la salvaguarda de los derechos morales y sociales de los futbolistas». Buscaban, además, tener espacio en la toma de decisiones. “No puede ser que ellos diagramen sin saber, sin haber jugado, sin haberle preguntado a un jugador que siente en un Mundial. No tienen ningún derecho”, se envalentonaba Diego en una entrevista. 

Barcelona. 25 de febrero de 1997. La Ley Bosman ya entró en vigencia. Los futbolistas europeos, que en un principio festejaron la libertad de acción, veían como los planteles se llenaban de “comunitarios” (por entonces el máximo de extranjeros era de seis por plantilla y solo cuatro titulares). En España amenazaban con ir a la huelga. Maradona y Cantoná habían regresado al fútbol profesional tras cumplir sus sanciones.

De la conferencia de prensa no queda ningún video, al menos en Youtube. Pero en 1997 los cables de prensa llegaron a todas las redacciones. La AIFP había juntado, además de los jugadores ya mencionados, a Johan Cruyff, Alfredo Distéfano, Sócrates, Zinedine Zidane, Luis Fernández, Gustavo Poyet, Jurgen Klinsmann. Destacaba, entre tanta figura, un futbolista que no había salido de la primera división de Bélgica: Jean Marc Bosman. La conferencia de prensa, además de reafirmar los posicionamientos del sindicato, venía a anunciar un partido en beneficio del belga. 

«Si quieren introducir cambios en los reglamentos me parece bien, pero siempre y cuando Blatter no se levante un día y nos haga jugar con un dado», lanzó Maradona ante los micrófonos. El rol del futbolista en la toma de decisiones seguía siendo uno de los ejes fundamentales del sindicato. “Blatter, que es un tipo a sueldo, y Havelange, que practicó siempre el waterpolo, deciden por mí, algo que no puede continuar así”, agregó Diego. La excusa de la conferencia de prensa era el amistoso, pero el verdadero objetivo era sentar posición de cara al Mundial de Francia 1998. Maradona, siempre explosivo, aclaró que su objetivo no era destruir nada. Pero avisó: “A Havelange y a Blatter sólo les diría que desde este sindicato vamos a defender a los jugadores contra quien sea”. 

Estadio Olímpico de Montjuïc. 27 de abril de 1997. La concurrencia no fue la esperada. Maradona, por sus horas de vuelo, no llegó a la conferencia de prensa. Además, era el único jugador que venía sin competencia oficial. El periodismo decía que no iba a presentarse. 

Resto del Mundo, con una camiseta blanca a bastones azules, tuvo a estos jugadores: Carlos Fernando Navarro Montoya (Argentina), René Higuita (Colombia), José “El Chemo” Del Solar (Perú), Branco (Brasil), Triki (Marruecos), José Basualdo (Argentina), Oscar Ruggeri (Argentina), Silas (Brasil), Edison Mafla (Colombia), Tony Vidmar (Australia), Christopher Kanu (Nigeria), Charles Wittle (Ghana), Elber (Brasil), Gabriel Okolosi (Nigeria) y Diego Maradona. Los directores técnicos fueron Sócrates y Alfredo Distéfano. Del otro lado Europa, con camiseta azul, tenía a: Stanley Menzo (Países Bajos), Thomas Berthold (Alemania), Georges Grun (Bélgica), Laurent Blanc (Francia), Eusebio (España), Johan Cruyff, Christian Karembeu (Francia), Eric Cantoná (Francia), Thomas Brolin (Suecia), Gianluca Vialli (Italia), Boulic (Bosnia y Herzegovina), Roberto Mancini (Italia) y Hristo Stoichkov. El director técnico fue Just Fontaine, el futbolista que más goles hizo en una sola edición de un mundial (13 en Suecia 58). 

El partido, a pesar de los nombres, se jugó a media máquina. Una imagen a modo de ejemplo: el segundo gol de Resto del Mundo empezó con Higuita llevando la pelota hasta mitad de cancha. Otra imagen a modo de ejemplo: Navarro Montoya salió hasta afuera del área para bajar un pelotazo contrario con el pecho y salir jugando. Fue victoria 4 a 3 de Resto del Mundo. Diego finalmente jugó. El que no lo hizo, a pesar de estar anunciado, fue Ronald Koeman. “Salvo Koeman, han entendido todos. (…) Él es multimillonario (pero) hay jugadores que ganan cien dólares en muchas partes del mundo”, dijo Diego todavía dentro del campo de juego. La actitud de Koeman fue la que prevaleció. El sindicato dejaría de existir al poco tiempo. 

Madrid. 11 de noviembre de 2020. El fútbol moderno estaba preparando un futuro próspero para los futbolistas a nivel individual, pero complejo a nivel grupal. El rol de AIFP lo continuó FIFpro, aunque con mucho menos presencia mediática y gremial. Los contratos con los clubes y las marcas aumentaron exponencialmente, así también el nivel de competencia para los futbolistas.

Sin ir más lejos, después de la pandemia el número de partidos ha aumentado considerablemente. Pero FIFpro no hizo demasiado para modificarlo. “Si hubiera un sindicato de jugadores, no jugaríamos una Liga de Naciones ni una Supercopa de España en Arabia Saudita”, dijo Toni Kroos en noviembre de 2020. El volante alemán del Real Madrid es uno de los pocos jugadores de la elite que se pronunció contra el ritmo de competencia y los torneos que inventan las federaciones. “De alguna manera solo somos marionetas de UEFA y de FIFA”, agregó. 

El fútbol es un ambiente conservador. Desde sus reglas, que casi no se han modificado en cien años, hasta las formas de competencia. El mundial cada dos años, la Liga de las Naciones, la Superliga y las copas trasladadas a otros países (la supercopa española en Arabia Saudita), muestran la voluntad de exprimir cada posibilidad por un poco más de dinero. Aun corriendo el riesgo de, como se dice en redes sociales, romper el juguete. En octubre de 2021 Luka Modric cuestionó a la dirigencia en un sentido similar al de Maradona en sus años sindicalistas: “No me gustaría ver un mundial cada dos años. Pero no se nos pregunta mucho, están intentando hacer cosas sin preguntar a los jugadores o a los entrenadores lo que piensan de esto”.

Cuando, a finales de los noventa, la AIFP no prosperó, Sócrates, uno de los creadores de la Democracia Corinthiana, teorizó sobre el fracaso del sindicato: “Los futbolistas somos gente demasiado individualista, tenemos mucho que aprender para que esto tire hacia adelante“.

***

Dos años antes del anuncio de la creación del sindicato Maradona jugaba en Sevilla. En esos meses andaluces, Diego le dio una entrevista a Jesús Quintero. El gran entrevistador español logró un tono intimista pocas veces visto en un reportaje con el Diez. Uno de los pasajes de la charla resume que fue lo que lo movió a crear la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales.

Jesús Quintero: -¿Se puede decir que el jugador de fútbol es un esclavo moderno? 

Diego Maradona: -Se puede decir. Nosotros tenemos que aceptar un montón de cosas, pero yo me rebelo a ser esclavo. Yo no puedo ser esclavo por más que firme un contrato, lo hice con Ferlaino (Napoli), lo voy a hacer con Cuervas (Sevilla). No hay contrato que te pueda atar. Ser esclavo, me choca esa palabra. 

Jesús Quintero: -Pero lo que se exige es ser un esclavo, es tratar a los jugadores como gladiadores ¿No?Diego Maradona: -Sí, tenés mucha razón. Yo, quizás por el hecho de haber llegado a ser el número uno, he querido combatir. Porque sé que a los que vienen atrás mío los tratan como esclavos. Para mí era muy fácil decir todo que sí, porque a mí me pagaban mucho, a mí me daban todo. Pero yo no me conformo con eso. Yo no quiero que los traten como esclavos a los otros jugadores. Al que juega en defensa, al arquero, al número cinco que no hace goles. Que no van a llegar nunca a ser los número uno. No quiero ser héroe, pero creo que esa fue mi mayor fuerza. No querer dejar que un presidente que no sabe nada de fútbol, porque tiene plata, quiera tratar de esclavos a los jugadores de fútbol. Como yo tuve el mando quise combatir eso.


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Autor

  • Nació y vive en La Boca. Escritor y director en Lástima a nadie, maestro. Escribe y colabora en medios digitales de Argentina, Uruguay y México. Es uno de los autores del libro Crónicas Maradonianas.

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