EL FÚTBOL, EL HORROR Y LA MEMORIA
Marisol Berríos se sienta en la mesa a tomar el té junto a la ausencia de Lincoyán Berríos Cataldo. Frente a la silla vacía hay una taza de Colo-Colo. Luego, ya con la camiseta del Cacique, Marisol mira un partido de su equipo. A su lado un sillón sin nadie sobre él. El video fue publicado por las redes sociales del Club Social y Deportivo Colo-Colo. En él también se puede ver a la pasada un libro sobre Carlos Caszely, el delantero que en la década del 70 le negó el saludo a Pinochet.
El Club Social y Deportivo Colo-Colo es la pata social del equipo chileno. Existen dos cuentas en redes sociales: CSD Colo-Colo y Colo-Colo a secas. La primera responde a los socios y socias del club, la segunda a la Sociedad Anónima que maneja los destinos del fútbol profesional. El Club Social y Deportivo fue el único vinculado a un equipo de la primera división chilena en manifestarse por el aniversario del Golpe de Estado sucedido el 11 de septiembre de 1973.
“Colo-Colo es Chile con sus alegrías y dolores. Por los colocolinos y colocolinas que nos faltan. Por las víctimas de la dictadura cívico militar. Justicia, memoria y verdad”, fueron las palabras que acompañaron a las publicaciones. Hasta principio de los años 2000 los equipos chilenos no eran Sociedades Anónimas sino propiedad de sus socios y socias. La desaparición y asesinato de parte de esa masa societaria, afectó directamente a esos clubes. Recuperar sus historias a partir de los colores de los que eran hinchas es una forma de mantener viva la memoria.
El horror, el horror
El periodista Luis Urrutia O’Nell escribió en su libro “Colo-Colo 1973. El equipo que retrasó el golpe”, que ese equipo generaba un clima de alegría en la que no podía darse un Golpe de Estado. Algunos militantes de Unidad Popular, el partido de Salvador Allende que había ganado las elecciones en noviembre de 1970, decían: “Mientras Colo-Colo gane, el “Chicho” está seguro”.
En una entrevista con el medio chileno El Mostrador, Urrutia O’Nell explica porque ese equipo pudo retrasar el golpe: “(Colo-Colo) unía a un país muy desunido. Se lo dijo el propio presidente (Salvador) Allende a los jugadores. (El técnico) Luis Álamos cuenta que antes de los partidos importantes, el presidente lo llamaba y le decía, ‘ojalá que ganen, para mantener unido al país”. Según sus investigaciones, el golpe podría haberse dado en marzo. El clima de felicidad por las victorias del Cacique – incluyendo una en el Maracaná, la primera de un equipo chileno en tierras brasileñas – no permitía llevar a cabo el golpe que se estaba conjurando. “Los asesores estadounidenses que percibieron toda esta efervescencia popular como un escollo para una intervención militar, desde un punto de vista estratégico, pensaron que era mejor esperar un mejor momento”, sostuvo Urrutia O’Nell en otra entrevista.
Cuando Colo-Colo perdió la tercera final contra Independiente – tras dos empates debieron jugar un tercer partido en Montevideo – fue recibido por una multitud que acompañó al equipo en las calles de Santiago. A las pocas semanas se produjo “el tanquetazo”, un intento de golpe que terminaría siendo el banco de pruebas de lo que sucedió en septiembre. En el medio la selección chilena, con mayoría de jugadores de Colo-Colo y su técnico Luis Alamos en el banco de suplentes, jugó el partido para acceder al repechaje para ir al mundial de Alemania 1974 contra Perú. Otra vez la esperanza futbolera siendo un dique frente al río del horror que ya venía arrastrándolo todo.
El primer partido del repechaje fue en la Unión Soviética. Cuando salieron del país los jugadores eran consultados por los crímenes de la dictadura, lo que daba cuenta de que el espanto que se vivía en Chile no era indiferente en el exterior. El repechaje se jugó el 18 de septiembre de 1973, una semana después del Golpe. Mientras Chile se jugaba sus chances mundialistas, el Estadio Nacional de Santiago cambiaba los gritos de gol por los de las torturas. Más de 12 de mil personas pasaron por el campo de concentración improvisado en el estadio por Pinochet.
La Unión Soviética se negó a jugar la vuelta del repechaje. El escenario del partido era siniestro: el mismo Estadio Nacional utilizado como centro de detención clandestino. Una delegación de la FIFA llegó a Santiago a “comprobar” la denuncia de los organismos de derechos humanos internacionales en la que se apoyaba la URSS. Los prisioneros y prisioneras fueron ocultados. El partido se jugó el 21 de noviembre con dieciocho mil personas en el estadio. Fue una puesta en escena. La URSS nunca viajó a jugar. Solo la selección chilena estuvo en cancha y simularon un gol frente a un arco vacío.
La madre del goleador
Carlos Caszely era una de las figuras de ese Colo-Colo y esa selección. Cuando Chile se preparaba para viajar al mundial, el equipo fue recibido por Augusto Pinochet. El dictador, vestido con una capa, anteojos de sol y gorra militar, iba estrechando las manos de cada uno de los jugadores. Cuando se paró frente a Caszely, su brazo estirado no tuvo respuesta. El gesto del delantero fue contado por el Diario La Segunda, en un intento de exponer al jugador reconocido por su apoyo a Allende. La jugada salió mal y Caszely pasó a ser el hombre que se rebeló contra la dictadura.
El gesto no fue gratis. A las pocas semanas la madre de Caszely fue secuestrada y torturada. Él ya jugaba en España y no se enteró hasta que volvió al país. Entre lágrimas de dolor y vergüenza Olga Garrido – a quien, durante los días de su secuestro, llegaron a buscar en morgues – le mostró a su hijo las marcas del horror. Su cuerpo torturado.
La historia recién se conoció en 1988. Durante el plebiscito realizado para determinar si Augusto Pinochet seguía en el poder hasta 1997, Olga Garrido fue parte de la campaña por el NO, la que buscaba rechazar la dictadura. Carlos Caszely apareció en el spot junto a ella. Garrido contó su historia: la desaparición, las violaciones y la tortura. “Porque su alegría, es mi alegría. Porque sus sentimientos, son mis sentimientos. Porque esta linda señora, es mi madre”, dijo Caszely mientras le tomaba la mano al final del video. Nadie, en la sociedad chilena ni en el estudio de grabación, sabía que esa señora era su madre.
Firmes junto al pueblo
El gesto de Carlos Caszely sigue vivo en los futbolistas chilenos. Muchos de ellos se pusieron del lado de su pueblo durante la rebelión en 2019. A diferencia de lo que sucede en otros países, la selección chilena tiene varios jugadores comprometidos con la política nacional. A favor y en contra.
El cuatro de septiembre pasado se celebró otro plebiscito histórico en Chile. A diferencia del de 1988, donde ganó el NO a la dictadura, el resultado de la votación fue el rechazo a la nueva constitución, esa que reemplazaría a la realizada por la dictadura de Pinochet. “Yo apruebo, porque creo que es el mejor camino para que mejore el país y cambien las cosas que llevan años mal (pensiones dignas, salud, educación, etc)”, se expresó el defensor dos veces campeón de América Gary Medel. “Todos sabemos que Chile necesita evolucionar, aprobar nuevas reformas y este es un paso necesario para lograrlo”, fueron las palabras del también jugador de la selección Guillermo Maripán.
Entre los futbolistas actuales que más se comprometen políticamente está el defensor de la selección chilena y de Racing Eugenio Mena. Surgido de Santiago Wanderers, club del que decía ser hincha Pinochet, el “Keno”, invitó al cierre de campaña del Apruebo en Valparaíso. También se expresó en contra del intento de asesinato contra Cristina Fernández de Kirchner. Y dijo presente en el acto histórico realizado por Racing para restituir los carnets a sus socios desaparecidos y socias desaparecidas. Mena es una representación más de que fútbol y política pueden caminar de la mano. Cómo también Carlos Caszely, quien ayer publicó una imagen de la tribuna del Estadio Nacional que homenajea a los detenidos, desaparecidos y asesinados en ese lugar. “Nunca olvidar”, decía la foto publicada por el ex delantero. En la imagen podía leerse una frase más, escrita en la tribuna del estadio: “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”.
Marisol Berríos ya no se encuentra sola. Con las dos manos sostiene una foto, mientras dice y la memoria nace en sus palabras. Cuenta que a Lincoyán Berríos Cataldo, dirigente sindical, lo desaparecieron el 15 de diciembre de 1976. Lo llevaron al cuartel Simón Bolívar, en La Reina, una comuna en Santiago de Chile, donde fue asesinado. Dice Marisol antes de que el video se funda a negro: “lo recordamos como padre, como compañero y también lo recordamos como colocolino”. El fútbol como espacio de memoria ante el horror del olvido.