ESCÚCHAME ENTRE EL RUIDO
Hay una cancha en las afueras de Montevideo. Ahí se juntan a tirar paredes Sócrates y Megan Rapinoe. Justin Fashanu toca con Eric Cantoná y va a buscar la devolución. Obdulio Varela escucha los redondos y pregunta por los desaparecidos. Es una cancha de verdad de un club de verdad. Se llama Estadio Obdulio Varela y pertenece al Club Villa Española.
Fundado originalmente como un club de boxeo en un barrio de inmigrantes españoles, Villa Española siempre estuvo ligado a la clase obrera. Ahí nació y se crió Canario Luna, mítico cantante murguero, funcionó FUNSA una fábrica marcada por una gran vida sindical y eligió vivir sus últimos años el prócer futbolístico Obdulio Varela.
Desde hace algunos años Villa Española, o simplemente El Villa, está embanderado detrás de la reivindicación de la Cultura de Barrio. La idea del club más allá de competir futbolísticamente, hoy en la segunda categoría y hasta la última temporada en primera, es ser un eje social y cultural dentro del barrio. Que los pibes y las pibas, o los gurises y las gurisas, encuentren en el club un lugar donde estar y desarrollarse como personas. Cuestionarse y aprender.
El Villa no solo trata de modificar la realidad de quienes viven en los al rededores del club. También genera cimbronazos en la cultura futbolera de Uruguay. Más que nada después de su paso por la primera división. En los últimos años sus camisetas fueron vehículos para reivindicar a la República Española, a los desaparecidos de la última dictadura uruguaya, los derechos de las diversidades y la visibilización de la homosexualidad en el deporte.
La camiseta que Wilson no pudo vestir
El mismo estadio en las afueras de Montevideo. Todavía no tiene a Sócrates, Cantoná, Fashanu, Varela ni a Rapinoe decorando y custodiando sus paredes. Sócrates todavía juega al fútbol, Cantoná no pateó un fascista, Fashanu no salió del closet, Varela vive en los al rededores del estadio y Rapinoe seguramente no haya dicho sus primeras palabras. Estamos en la década del 80 y Uruguay acaba de salir de la dictadura militar.
A Villa Española llegó un futbolista surgido de Nacional. Un enganche. Su fama lo precede. Todo el ambiente futbolístico sabe que es gay y no se lo van a dejar pasar. Wilson Oliver intentó durante años disfrutar de su sexualidad y del fútbol. Como en una película del far west, no hubo lugar para los dos. A los veintiséis años, tras pasar por equipos de Venezuela y Guatemala, y sentir la opresión y la discriminación homofóbica en carne propia, decidió retirarse. “Fútbol y homosexualidad, no se puede”, le dijo hace unos años al periodista Andrés Burgo.
A finales de agosto del 2021 en las redes sociales de Villa Española apareció una publicación con una camiseta que no se alcanzaba a ver y la leyenda: “la camiseta que Wilson no pudo vestir”. Con el correr de los días el misterio se fue develando. Las camisetas, una blanca y una negra, llevaban una tira con los colores reivindicativos de la comunidad LGTBIQ+. Fue utilizada por el primer equipo durante todo septiembre por la marcha de la diversidad y en contra de la homofobia en el fútbol.
“Después de que se declaró homosexual (Wilson Oliver) pasó a estar como en un lugar cercano al olvido. Su reivindicación quedó entre las minorías, aunque no está mal. Nosotros lo que hicimos fue traer esa historia, que estaba ahí como apagada, y ponerla a jugar. Sobre todo entre los nuestros, los jugadores, para que sepan lo que él vivió y conozcan su experiencia. Pero también para el resto de la gente”, cuenta desde Villa Española a Meta Agustín Lucas, el Secretario Deportivo del club.
Wilson Oliver, quien actualmente vive en Barcelona y se dedica al diseño gráfico, finalmente se puso la camiseta que Villa Española hizo en su homenaje. La casaca, además de recordar su historia, llevó en el lugar del sponsor principal algo inédito para fútbol latinoamericano, y probablemente mundial. En el lugar donde suelen estar grandes multinacionales, esta vez podía verse a Ovejas Negras, un colectivo de diversidad sexual uruguayo.
Detrás de las paredes
Los murales de Villa Española dicen, a quien recién llega al estadio, que se encuentra frente a un club antifascista, que apoya el fútbol femenino, la organización política desde abajo y horizontal y a las diversidades sexuales.
“La idea de los murales viene hace mucho tiempo. Parte de pensar en quién referenciarnos. A quién poner como referente para las cosas que se están llevando adelante”, explica Agustín Lucas y se pregunta, “¿Cómo poder explicar las resoluciones políticas internas sin explicar lo que es la Democracia Corinthiana? ¿Cómo estar intentando igualar las posibilidades que tiene el fútbol femenino con el masculino sin pensar de repente en Megan Rapinoe? ¿Cómo pensar en sacar a los fascistas de las canchas sin pensar en Eric Cantoná? ¿Cómo abrir realmente el espectro y que el fútbol sea realmente para todos, para todas y para todes y pensar en una realidad que es bien cruda, que es la de la gente que ha luchado por su orientación sexual dentro del fútbol, sin pesar Justin Fashanu? La bandera de Fashanu la vamos a levantar siempre”.
Justin Fashanu fue el primer futbolista en comunicar que era homosexual. Luego de ser expulsado de la primera división de Inglaterra y perseguido, se suicidó en 1998.
El fútbol es un ambiente sumamente machista y homofóbico. Tanto en las tribunas, en los vestuarios y en los despachos de los dirigentes. A pesar de que en el último tiempo algunos profesionales se animan a hablar sobre el tema, sigue siendo complejo. El fútbol soporta golpeadores, pero no homosexuales. En ese contexto cabe preguntarle a Agustín como fue la experiencia de Villa Española en primera respecto a otros hinchas, futbolistas o periodistas.
“Sin dudas que siempre hay detractores. Llegué a escuchar de alguien que éramos el cuadro de los putos. Y bueno sí, somos el cuadro de los putos. Somos el cuadro de las mujeres. El cuadro de las disidencias. El cuadro de las reivindicaciones. El cuadro de los cuestionamientos. Y también el cuadro de los desaparecidos. Somos un cuadro político, no porque seamos un comité de base como dice alguna gente. Sino porque nos interesa que nuestros futbolistas y nuestros chicos, crezcan con otra amplitud de pensamiento y puedan tomar otro tipo de decisiones en la vida que nos alejen de la violencia, nos alejen de la discriminación, de la xenofobia y de la homofobia”.