GRITOS EN EL SILENCIO
Gritos. Manifestaciones de un deseo que aparecen en el medio de un mundo hostil. Voces que retumban y dejan huellas. Palabras viejas, históricas, que suenan nuevas y rompen estructuras. Despiertan. Se hacen un lugar a partir de revoluciones propias. Revolución de los cuerpos que se hace carne. Dimensión política y social de un deseo que no es sólo deportivo
El especial de la revista Meta-sentidos en juego sobre el 19 de febrero, día internacional contra la homofobia en el deporte intenta continuar visibilizando esas manifestaciones y esas historias de vida. Replicando y amplificando esos gritos.
Las notas que acompañan esta introducción nos interpelan como sociedad y como parte que somos del universo deportivo social comunitario.
El grito de Justin Fashanu que no escuchamos y que el deporte negocio de alto rendimiento se encargó de silenciar.
La casaca de Wilson Oliver que, a fuerza de olvidos y penas le ganó el lugar en la camiseta a las multinaciones y al mundo machista y homofóbico del fútbol. Allí donde el fútbol se lo comió todo, se encendió la luz de la diversidad.
La medalla reluciente de Facundo Imhoff que pagó en su propio cuerpo ese no poder decir, hasta que la palabra brotó, peleando contra una heteronorma que no es valentía ni coraje. Que es invisibilidad. Que es masculinidad hegemónica.
Hablar. Hablar. Hablar. Poner en palabras el deseo y la propia vida. Alzar la voz. Nuevas configuraciones de deporactivista militante. Banderas de la diversidad contra la opresión y la cultura del silencio. Temas postergados que se rompen a los gritos, oradando ese engranaje configurado históricamente por los hombres, asentado en valores, representaciones, símbolos y creencias que incentivan la intolerancia, como bien señala en su escrito Rafael Crocinelli, autor del libro “cuerpos que (no) importan”.
Una cultura homofóbica que silencia y hace ruido con los gritos de odio de las hinchadas. Una música que retumba bien alto en las tribunas para no escuchar los gritos de los y las protagonistas, amparados, a la vez, en la complicidad dirigencial y de todo el universo deportivo. Una cultura del aguante que se encarga de destruir alteridades. Por puto y cagón, la bandera en medio de la multitud, como síntesis de la desigualdad y la violencia.
La homofobia normalizada comienza a resquebrajarse a partir de estas voces, de estos gritos, de estas manifestaciones de una lucha que viene asomando, que son parte de los derechos conquistados y que, como dicen las grandes mujeres de la Nuestra Fútbol feminista, se paran en la cancha como en la vida. Y no se esconden ni se callan más.