Especial 8 de marzo
LAS PRIMERAS DE FIORITO

LAS PRIMERAS DE FIORITO

Las fronteras suelen ser vistas como una línea imaginaria que divide dos territorios. Se las piensa como un punto que separa: donde uno empieza el otro termina. Pero esa línea también puede ser de unión. Es cuestión de cómo se mire: aquello que se separa en un determinado punto, también se está tocando. Se junta. Las fronteras son espacios en común entre esos dos territorios. La calle 13 de septiembre es el límite de dos barrios en Fiorito: Barrio Libertad y Barrio 2 de mayo. Ambos se unen en esa calle, pero principalmente en una canchita de fútbol. La casa de Las Primeras de Fiorito.

La historia futbolística de Fiorito es conocida. La tierra de Chirola Yazalde y Diego Maradona. El barrio mundialmente conocido por ser la casa del Pelusa, pero generalmente olvidado por las gestiones políticas y los discursos mediáticos. A tal punto que un conocido periodista deportivo especializado en Juegos Olímpicos lo llamó “la villa más grande de Capital Federal”. Por si hay algún despistado o despistada, Fiorito ni es una villa ni está en Capital Federal. La historia futbolística de Fiorito cuenta con una gran cantidad de potreros y clubes. En su mayoría ocupados por hombres.

Las Primeras de Fiorito brotó de la imaginación de Ramona Lencinas: fundar el primer club de fútbol femenino del barrio. Darles una oportunidad de aprender, jugar y compartir desde niñas ¿Qué se necesita para crear un club de fútbol? Antes que nada gente que quiera jugar. Eso lo consiguieron rápido. En poco tiempo eran decenas. Después una cancha de fútbol. Fiorito tiene varias canchas en potreros y plazas. Eligieron la ubicada en la esquina de 13 de septiembre y Concejal Rajo, a dos cuadras de Avenida Larrazábal, aquella en la que se ubica la cancha de Estrella Roja, donde jugaba Diego.

“Todos esos escombros los fuimos sacando de la cancha”, me cuenta Marcos Marín señalando una pila de piedras y pedazos de baldosas. Marcos es uno de los directores técnicos de las categorías sub 12, sub 14 y sub 17. Conoce la cancha como a la redondez de la pelota: su papá organizaba ahí mismo torneos para chicos cuando él tenía la edad de muchas de las chicas a las que ahora enseña. En ese entonces todavía era una cancha para once jugadores. Luego el municipio construyó en la mitad del terreno y la cancha se achicó a un terreno de unos diez metros por treinta. El espacio ahora es de Las Primeras de Fiorito.

“Yo no sabía que existía el fútbol femenino cuando era chica”, me dice sonriendo Mara Ramos, la otra DT. Ella fue futbolista de la selección argentina y pasó por clubes como: El Porvenir, Deportivo Español, Vélez, Racing, Independiente, San Lorenzo, entre otros. Empezó a jugar de chica cuando vivía en Santa Fe. Una tarde su tío le dijo que tenía condiciones y que conocía un lugar donde podía jugar. Así se enteró que, además de jugar con sus primos, también podía hacerlo con otras mujeres. Ella tenía trece años, el resto entre veinte y treinta.

Ramona le insistió durante mucho tiempo a Mara para que se sumara. “Son muchas chicas, yo no puedo sola”, le decía. En pocos meses Las Primeras habían juntado a más de cincuenta niñas de diferentes categorías. “Yo nunca había pensado en dirigir ni en enseñar”, explica Mara. Una tarde se decidió a acercarse al lugar donde entrenaban. Al entrar y ver la cantidad de pequeñas futbolistas se puso nerviosa y le dieron ganas de irse. Cuando se estaba dando vuelta escuchó de fondo: “¡Mara!”. Y no le quedó otra opción que quedarse.

Las Primeras está pensado como un club de fútbol para mujeres. Eso no impidió que otros chicos del barrio empezaran a acercarse. Tuvieron que abrir un espacio para ellos. Lunes y miércoles los varones, martes y jueves las chicas. “La idea es darle prioridad a ellas, pero no cerrarle las puertas a nadie. Los chicos tienen la opción de ir a otros clubes o escuelitas, en cambio las chicas no tienen opción. Este es el único club en el barrio. La prioridad la tienen ellas”, me explica Marcos. Él se sumó a través de Mara. Ella estaba sola tratando de enseñarle a decenas de chicas de diferentes categorías. Marcos pasó por las inferiores de Temperley, pero además sigue jugando en el barrio. Sus hermanos, su papá y su mamá, todos jugaron o juegan al fútbol. “Es increíble ver como mejoran. Que cuando llegaron no podían patear nada y hoy saben defender o atajar”, cuenta Marcos.

“Esta cancha no la usaba nadie”, me responde Mara cuando le pregunto si tuvieron problemas cuando empezaron a usarla. “Además las chicas son todas hijas, sobrinas, nietas o hermanas de la gente del barrio”, completa. No importa si son de Barrio Libertad o 2 de mayo, la canchita de Las Primeras de Fiorito los une.

Hay un tercer grupo de chicas que entrena en otra cancha: las semillitas. Ellas son las menores de 10 años. Una vez cumplida esta edad pasan entrenar con el resto en la cancha de 13 de septiembre y Concejal Rajo. “El objetivo acá es cerrarlo. Armar un club con vestuarios y todo – cuenta Mara – ya presentamos todos los papeles y tenemos la personería jurídica. Ahora estamos esperando a que el municipio nos ayude”. La idea no es quedarse en una escuelita sino que el club pueda competir en la liga de Lomas de Zamora.

El fútbol, se sabe, es mucho más que un deporte. Es un espacio de aprendizaje donde se comparte tiempo, cancha, alegrías y enojos con otros y otras. Las Primeras, además de brindarle la posibilidad de aprender cuestiones técnicas a las chicas, busca dejarles valores y enseñanzas que excedan al deporte. “Yo no les pido que sean amigas pero sí compañeras. El compañerismo es fundamental. Por eso cada vez que pasa algo que no nos gusta, como que discrimen o se traten mal, las juntamos y les hablamos. Y tratamos de que sean ellas las que expliquen donde estuvo la falla”, dice Mara.

El sol cae sobre la Avenida Larrazábal. En la cancha ya no queda mucha luz pero las chicas y algunos chicos que estaban mirando el entrenamiento se quedan pateando en un arco. Mara y Marcos juntan las pelotas, los conos y la red. Los ponen sobre un changuito de supermercado y se lo llevan hasta la próxima práctica. “El día que tengamos acá el club, esto no lo hacemos más”, me dice Mara. Mientras, vamos cruzando la calle con un corso a contramano de niñas futbolistas y un club guardado entre los fierros de un carrito.


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Autor

  • Juan Stanisci

    Nació y vive en La Boca. Escritor y director en Lástima a nadie, maestro. Escribe y colabora en medios digitales de Argentina, Uruguay y México. Es uno de los autores del libro Crónicas Maradonianas.