Ensayos
OXIDARSE O ELEGIR

OXIDARSE O ELEGIR

  • Ya está. Ya está. 

Mientras sus compañeros deambulan con las palmas frenando lágrimas contra los párpados o aplastan la nariz contra el pasto, él busca en la tribuna a los suyos. Tiene los ojos abiertos tratando de guardar cada movimiento, cada gesto. Mueve los brazos como los que hacen señas con palos de colores en los aeropuertos. Dice: basta. Dice: se terminó. Dice: lo nuevo acaba de nacer. 

  • Ya está. Ya está. 

Lo que está es un modo de vida. La búsqueda visceral, frenética, del que no puede hacer otra cosa salvo reventarse la cabeza contra la pared hasta lograr su destino. Ahora puede mirar de otra forma. Respirar de otra forma. Sentir de otra forma. No necesita demostrarle nada a nadie. No hay Champions que pueda comerle el sueño. El 18 de diciembre de 2022, frente millones de espectadores, Messi no ganó un Mundial. Ganó su propia libertad. 

La rebeldía no tiene que ser estridente. Es fácil perderse en los cantos de sirena de las voces impostadas que venden falsas bajadas de línea. En short, con esa forma entre tímida y rosarina, Messi pega un volantazo. Ni la búsqueda de seguir en la alta competencia, ni la vulgaridad de los petrodólares de Arabia. Cuando le preguntan el porqué de su decisión, como si tuviera que darle explicaciones a alguien, habla de libertad. “Tener mi propia decisión”. Ya no solo busca títulos, busca “un poco de tranquilidad”. 

La mayoría de los y las futbolistas, aunque podríamos decir de las personas en general, pasan su vida siguiendo los vientos del deber ser. “Ahora tenés que volver al club que te formó”. “Ahora sí podés ir a un país lejano a levantarla en pala”. La decisión de Messi no pasa tanto por el club al que decide ir, sino por las razones que lo llevan, primero a entender qué puede hacerlo; segundo a elegir ese destino. Probablemente la experiencia vivida desde el burofax –aquella carta documento donde reclamaba la libertad de acción y que terminó con un año más en Barcelona contra su voluntad- hasta los silbidos en París hayan sido la leña que encendió ese fuego. En el medio la decisión de quedarse en Barcelona en 2022 y la imposibilidad de hacerlo dictada por el anonimato de la burocracia. Y la llegada al PSG sin planificación. “Después de haber vivido lo que viví y la salida que tuve, no quería volver a estar otra vez en la misma situación: esperar a ver qué iba a pasar y dejar mi futuro en mano de otro”. A este Messi, campeón del mundo y liberado nada lo ata: “quería tomar mi propia decisión”. 

Hubo más razones que lo llevaron a no esperar al Barcelona: una tiene que ver con la solidaridad con sus colegas. Una suerte de conciencia gremial sin necesidad de estridencias. “Escuché que tenían que vender jugadores o bajar sueldo a jugadores y la verdad es que yo no quería pasar por eso”. Messi sería la excusa para limpiar el plantel y bajar sueldos. El periodista español Diego Torres complementó esto en Twitter contando que: “(Messi) habló durante meses con sus amigos del vestuario: Busi (Sergio Busquets), (Jordi) Alba, y también F. de Jong. Le contaron que sufrieron presiones de personas del club para inducirlos a irse de manera que consideró indigna. En nombre del ‘fair play financiero’”. 

La carrera de los y las deportistas suele estar por encima del tiempo que pasan junto a sus familias. Messi decide, por primera vez en su carrera, pensar en los suyos por sobre lo que se espera de él. Más que una nueva Champions hoy pesan las acciones cotidianas como ir a buscar a sus hijos al colegio. Estar con ellos. Tal vez haya sumado una promesa a las millones que se hicieron en nuestro país durante diciembre del año pasado, la suya quizás menos alocada que muchas que se escuchan a diario: simplemente poner por encima a su familia en cualquier decisión que pudiera tomar.

Cuando no pudo continuar en Barcelona a pesar de querer hacerlo, mi mamá me dijo con tristeza: “que difícil debe ser estar en su lugar, tener todo lo que tiene y así todo no poder ser dueño de sus decisiones”. Messi parece haber reparado en lo mismo. Ni los millones de dólares en Arabia Saudita, ni la posibilidad de seguir compitiendo en Europa pueden darle el triunfo de poder ser él mismo quien decide su futuro. Eso que el Barcelona menospreció en su comunicado llamándolo “querer competir en un campeonato con menos exigencias y más alejado del foco”. Si el escritor José Sbarra se refirió a una carta de despedida “escrita con el horrible estilo de los que han dejado de amar”, hay que pensar en el comunicado del Barcelona como escrita con el horrible estilo de los que aman y no son correspondidos. O peor, como en una ranchera mexicana: el que se cree dueño y lo devora el odio por la libertad de la otra persona. 

Para poder lograr esto tiene que salir de los grandes flashes y las miradas ajenas que dictan con aplausos o silbidos como debe sentirse el jugador. “Estoy en un momento donde quiero salir un poco del foco, pensar más en mi familia”. Ya hizo todo lo que podía con el don que le fue otorgado. ¿Es un retiro anticipado? No necesariamente. Decide competir desde otro lugar. “Quiero volver a reencontrarme con el disfrute”. El goce como derecho. El futbolista más observado de las últimas décadas parece haber alcanzado la paz consigo mismo en diciembre del año pasado. Esta decisión es una prolongación de eso. 

Messi sienta su posición a favor de la familia, del goce, del juego, de sus compañeros y de la libertad de poder elegir con la misma naturalidad con la que deja rivales en el pasto, se come las “s” o muestra como ceba su mate. No necesita impostaciones para marcar un camino, solo mirar a la tribuna rodeado de extasiados e incrédulos y decirle a su familia: 

  • Ya está. Ya está.

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