SEGUIR CORRIENDO CON MIGUEL
Memoria, verdad y justicia
Todos sabemos que muchas veces el azar interviene de manera asombrosa en nuestras vidas.
Nos remontamos al año ´98. 15 de agosto de 1998. Fin de siglo en Argentina. Ocaso menemista.
En una librería de saldos de la calle Corrientes, Valerio Piccioni, escritor y periodista italiano de la Gazzetta dello Sport, de paso por Buenos Aires, revuelve libros.
Y revolviendo encuentra.
Encuentra uno que lo conmueve y le interesa particularmente: “El terror y la gloria. La vida, el fútbol y la política en la Argentina del Mundial «78”, de Abel Gilbert y Miguel Vitagliano.
Leyendo se topará con unas pocas líneas dedicadas a la historia de un ignoto maratonista argentino detenido-desaparecido con el que se siente identificado de inmediato. Compartían pasiones: las letras y el pedestrismo.
Algo en esas líneas lo inquietaba. Acaso la locura desatada de la sangrienta dictadura o tal vez, los gustos compartidos con aquel desconocido.
La inquietud era tal, que a los pocos meses, en enero del ´99, Valerio estaba de vuelta en Buenos Aires.
A esa altura ya había leído el célebre artículo que Ariel Scher y Víctor Pochat publicaran en el diario Clarín el año anterior, al cumplirse veinte tristes años del secuestro forzado de Miguel, el maratonista hasta entonces desconocido. Miguel es Miguel Benancio Sánchez, uno de nuestros 30000.
En un principio, Valerio pensó elaborar literariamente aquella inquietud, pero la idea del libro-objeto fue perdiendo fuerza, fue abandonada y finalmente reemplazada por la de pasar directamente al acto. Por correr. Correr con otros. Como lo hacían ambos. Miguel y él.
Es así como el 9 de enero del 2000, con la presencia de Elvira Sánchez, hermana de Miguel y con no pocos contratiempos, se corrió en Roma la primera edición de la “Corsa di Miguel”.
Y aquí caben algunas preguntas y un razonamiento contrafáctico: ¿por qué no?
¿Qué hubiera pasado si ese día de agosto del año´98, hurgando en la librería de la calle Corrientes, el bueno de Valerio no descubría el libro de Gilbert y Vitagliano?
¿Hubiésemos sabido de Miguel?
¿Hubiésemos rescatado su historia de la oscuridad?
Preguntas sin respuestas.
En fin…
Miguel había llegado con su familia a Villa España, Berazategui, siendo un adolescente aún. En Bella Vista las cosas se habían puesto difíciles.
La dictadura de Onganía y Krieger Vasena, su ministro de economía; habían dispuesto la intervención y el cierre de varios ingenios azucareros en todo Tucumán, entre ellos el de Bella Vista.
La resistencia de los obreros azucareros no se hizo esperar. Y en enero del ´67 un policía asesinó a Hilda Guerrero de Molina, esposa de un obrero azucarero despedido e integrante de la Rama Femenina del peronismo. La pueblada en Bella Vista fue la que inauguró el ciclo de puebladas durante la dictadura de Onganía.
En este marco, como muchas otras familias tucumanas, la de Miguel emigró y recaló en Berazategui, Villa España.
Miguel empezó a militar en una Unidad Básica de la Juventud Peronista; y mientras tanto, seguía despuntando el vicio de la poesía y jugando al fútbol en Gimnasia y Esgrima de La Plata, hasta que obligado por sus horarios de laburo en el Banco Provincia, abandonó el fútbol.
Quizás porque en el verde césped asombraba su velocidad, se decidió por el atletismo en Independiente. Se federó en el Rojo de Avellaneda donde entrenaba a las órdenes de Osvaldo Suárez, gloria del deporte argentino, perseguido por la revolución fusiladora y ganador de tres ediciones consecutivas de la Corrida de San Silvestre, carrera que lo unió fatalmente a Miguel. De competir en Brasil regresaba Miguel cuando el 8 de enero de 1978, a los 25 años, la infame patota lo arrancó de Villa España.
Hay testimonios de ex detenidos-desaparecidos en el centro clandestino de detención “El Vesubio”, que recuerdan a un maratonista que había corrido la San Silvestre en Brasil.
¿Sabrán las milicos desaparecedores que con Miguel no pudieron?
Miguel está. Miguel es carrera y homenaje cada año. En Roma, en Bariloche, en Tucumán y en cada lugar que se corra en su honor.
Miguel es calle en el Cenard, donde los atletas como él, quizás, sueñan sus mismos sueños.
A Miguel no pudieron hundirlo en el olvido. Ni podrán jamás.
Miguel está con nosotros. Ahora y siempre.
Como a cada uno de los 30000, la memoria popular lo rescatará eternamente.
Aunque haga falta que un tano loco vuele once mil kilómetros reclamando Memoria, Verdad y Justicia.