Especial 22 de junio
LA INVENCIÓN DE MARADONA: GRITAR UN GOL 35 AÑOS DESPUÉS

LA INVENCIÓN DE MARADONA: GRITAR UN GOL 35 AÑOS DESPUÉS

Este aparato es una reliquia de la familia – dijo – y quiero conservarlo en uso.

¿Y cuál es el problema? – preguntó el hombre, que hablaba acento alemán.

Solo capta los canales del pasado.

La ciudad ausente – Ricardo Piglia

Nosotros viviremos en esta fotografía, siempre.

La invención de Morel – Adolfo Bioy Casares

Los bocinazos retumban contra los edificios de microcentro. Alguien sale al balcón y grita gol. No es el único. Son miles. Y no solo en Buenos Aires. En todas las ciudades del país. Incluso en otros rincones del mundo. Son las 16.09 y es el año 2021. Miles de personas gritan y lloran un gol hecho 35 años antes.

La propuesta había aparecido en las redes sociales algunos días antes. «El próximo 22 de junio a las 16.09 poné a todo volumen el relato del gol de Diego a los ingleses”, decía el tweet de la Asociación del Fútbol Argentino. El gol como forma de memoria y nostalgia a la vez. “Y cuando la pelota vuelva a entrar, vamos a gritarlo para que se escuche hasta el cielo. ¡Volvamos a gritarlo otra vez!”, finalizaba la invitación. El gol como conexión con la deidad que ya no está pero nunca se fue.

La idea prendió como Los Redondos en un asado. El hashtag #gritalopord10s inundó las redes. Relatorxs, el medio donde relata actualmente Víctor Hugo Morales, fue un poco más allá: anunciaron la retransmisión completa del partido. “Un delicioso viaje en el tiempo. Prendé la radio en la app, en la web, donde quieras. Desde las 15 horas de este martes, se juegan los cuartos de final del mundial de México 86”. A la hora exacta en que comenzó la transmisión en 1986, la voz de Víctor Hugo irrumpió con vitalidad en la página web y la aplicación de Relatores. “Todo dispuesto para el comienzo del partido, pero faltan todavía un par de minutos para que sea el mediodía de México, las tres de la tarde en la República Argentina”, anunció el Víctor Hugo del pasado. Su voz emergía de una cápsula del tiempo.

Como todo relato radial, estaba interrumpido por diferentes marcas y anunciantes. Empresas que ya no existen. Que fueron devoradas por el incendio de la hiperinflación y la violencia de la importación masiva del neoliberalismo de los años 90. Las voces de Julio Ricardo y Víctor Brizuela (fallecido en 2009), volvieron a comentar las acciones. Tití Fernández y Eduardo Ramenzoni retornaron a los vestuarios del Estadio Azteca. Ricardo Scioscia, desde estudios centrales, discutió una vez más al aire con Morales si el primer gol había sido con la mano o con la cabeza

El relato de Víctor Hugo escuchado en la distancia está lleno de presagios. Antes de comenzar el encuentro disparó contra la FIFA por designar un árbitro tunecino para semejante partido. “¿Ustedes se dan cuenta lo que es la FIFA? Alí Bennaceur, juez de uno de los partidos más importantes de la historia del fútbol. Un tunecino. No puede tener este hombre toda la experiencia. Toda la capacidad. Lo digo casi por cábala”. Efectivamente, su cábala se haría realidad.

En 1940 Adolfo Bioy Casares publicó su novela más famosa: La invención de Morel. En ella, un fugitivo llega a una isla que cree desierta. Hasta que una tarde descubre que otras personas pasean por el lugar. Al principio se esconde, hasta que (alerta spoiler) comienza a sospechar sobre su humanidad. Se para delante de ellos pero no lo ven. Escucha como repiten siempre las mismas conversaciones. “Creí haber hecho este descubrimiento: en nuestras actitudes ha de haber inesperadas, constantes repeticiones”, escribe Adolfo Bioy Casares. Acá, de este lado, 35 años después nos perdíamos en la isla de un recuerdo tan infinito como el legado de Diego.

“Nosotros viviremos en esa fotografía, siempre”, dice Morel, el inventor de la máquina que reproduce eternamente los movimientos de él y sus amigos. Nosotros, nosotras, no somos Morel. Somos el prófugo que los observa a él y a los otros habitantes fantasmas de la isla repetir una y otra vez los mismos movimientos. “La hipótesis de que las imágenes tengan alma parece confirmada por los efectos de mi máquina sobre las personas”, sostiene Morel. Y no lo sabía Morel, pero es mismo que dice podría utilizarse también para referirse a los goles de Diego y al relato de Víctor Hugo. El efecto que continúan teniendo, aun en gente que no lo vio en vivo y en directo, por lo que ningún recuerdo se le pone en juego, es el de regalar un mundo de sensaciones a quién mira y escucha, y que ya no puede dejar de emocionarse.

El primer tiempo pasa entre augurios y premoniciones del relator, publicidades retro y comentarios sobre el buen juego de Argentina. A medida que se acerca el final de esa primera etapa, la ansiedad empieza a subir en quienes lo escuchamos en 2021. “Saber lo que iba a pasar fue generando un nivel de nerviosismo y tensión, esencialmente al inicio de ese segundo tiempo emblemático”, recuerda Sebastián Tafuro, director del proyecto La Pelota Siempre al 10. “Mucha ansiedad por escuchar los dos goles de Diego”, coincide Jorge Castro, docente de historia. La ansiedad, marca registrada de estos tiempos, presente hasta para escuchar el pasado.

A las 16.09, los trenes, las fábricas, las parrillas, los parques, los bosques, los lagos, las montañas, los ríos, las playas, los bares, las cervecerías, los kioscos, los taxis, las casas, los departamentos, los balcones, los patios, los camiones, los autos, las bicicletas, se pusieron de acuerdo. El país volvió a ser “un puño apretado gritando por Maradona”. A las 16.09 los clubes del fútbol argentino subieron a sus redes sociales videos de sus estadios con el relato de fondo. La AFA sacó dos parlantes a la calle, cubiertos por banderas argentinas, donde se reprodujo la jugada a la hora exacta.

Las lágrimas volvieron a brotar de la voz de Víctor Hugo y de quienes escuchábamos del otro lado. Fue algo incontenible, como todo lo potenciado por Diego. El relator perdió perdón por su desborde. Durante años le dio vergüenza escucharse porque se siente fuera de todo profesionalismo y se deja llevar por la emoción que crece en sus palabras. Relataba con el corazón en la garganta, eso lo hace inolvidable. Como una alud que arranca con una pequeña piedra, el relato de Víctor Hugo va subiendo hasta explotar y despedazarse (y despedazarnos) por mil partes. Así como Diego rompió la realidad con su jugada, el uruguayo lo hizo con los límites del relato futbolero.

“Escuchar el partido como si estuviera ocurriendo en el mismo momento en que ocurrió fue como teletransportarse en el tiempo”, sintetiza Sebastián Tafuro. Meternos en la isla como fugitivos que andan buscando a D10s. Y encontrarnos con la repetición eterna de su obra maestra. Una repetición cargada de sentido que continúa emocionando aunque pasen las décadas. Un artefacto perfecto. La invención de Maradona.


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Autor

  • Nació y vive en La Boca. Escritor y director en Lástima a nadie, maestro. Escribe y colabora en medios digitales de Argentina, Uruguay y México. Es uno de los autores del libro Crónicas Maradonianas.

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