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APUNTES PARA UN PRESENTE COMPLEJO

APUNTES PARA UN PRESENTE COMPLEJO

El 6 de abril se celebra el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, a partir de una declaración de La Asamblea General de las Naciones Unidas. El motivo principal de la resolución implica concientizar acerca del papel que el deporte puede desempeñar en la promoción de los derechos humanos y el desarrollo económico y social.

En un mundo con cada vez más marcadas desigualdades sociales, con brechas cada vez mayores entre los ricos y pobres, con enfrentamientos bélicos y sistemas imperialistas expandidos en varios continentes y con países como el nuestro donde más de la mitad de los pibes y de las pibas son pobres, pensar en el deporte, en los derechos humanos y en el desarrollo económico y social nos permite algunas reflexiones/impresiones, aunque más no sea para abrir el debate, en un universo, el deportivo, que hoy se manifiesta y expresa en diversos ámbitos, desde la academia al potrero, desde las estructuras políticas a los espacios universitarios, del diseño de políticas públicas al trabajo territorial de los movimientos sociales, del modelo deportivo competitivo y sus concepciones mercantilistas a los espacios comunitarios en los que se construye los cimientos de un club de barrio.

La pelea de fondo (justamente en tiempos también de estafas en formato de deuda y de arreglos que condenan el futuro de gran parte de los sectores más desposeídos) sigue siendo, en el marco de pensar los derechos y el desarrollo, ¿qué deporte queremos, para qué modelo de país?. Definición que implica, además y, sobre todo, continuar la disputa sobre quiénes son los que acceden y son incluidos en las propuestas, políticas y proyectos deportivos y, a la vez, cómo se garantizan sus derechos conquistados.

No hay forma de pensar estas cuestiones si no entendemos al deporte desde su concepción social y en estrecha relación con el concepto de inclusión. A la vez, no hay desarrollo posible y mucho menos pleno ejercicios de los derechos sin inclusión social.

En este marco y de manera imperativa debemos entender que el deporte, desde su práctica más cotidiana hasta su política más universal debe desarrollarse sobre la base de la inclusión social,  destacando por sobre todo en esta definición, su carácter comunitario y su dimensión política.

En el Plan Estratégico del Deporte Argentino 2008-2012, aparece claramente expresada la definición de deporte social como: “la práctica de actividades físicas y deportivas orientada a la población en su conjunto, sin discriminación de edad, sexo, condición física, social, cultural o étnica, diversa en sus manifestaciones, generadora de situaciones de inclusión, y como un ámbito propicio para el desarrollo humano integral”, entendiendo al deporte y a la actividad física como bien común y al alcance de todos aquellos habitantes que han sido sistemáticamente excluidos de los circuitos de acceso a los derechos en general y al derecho a la actividad física, lúdica y deportiva en particular. Además de facilitar y fortalecer los procesos de participación y organización de la comunidad.

En un reportaje reciente, Víctor Lupo, titular del Movimiento Social del Deporte señaló: “Hace tiempo que en nuestro país no se discuten políticas deportivas. En Argentina no se respeta la Ley del Deporte, la Ley de Asignación Universal del Deporte, la Ley de Clubes de Barrio y de Pueblo. La única ley que pasó fue la Ley de Derechos de Formación que tampoco se la promueve”.

Entender el carácter político y social del deporte es parte del debate que debemos poner en este presente complejo. No hay deporte social sin comunidad organizada y a la vez, el deporte social es parte esencial de esa organización comunitaria. No hay desarrollo sin una concepción de lo comunitario, donde los sueños y proyectos puedan ser pensados desde lo colectivo y no desde lo individual. Desde la inclusión y no la desigualdad, desde la otredad y no desde el descarte.

Allí, en su carácter social, el deporte barrial, como práctica territorial, construye nuevas formas de ser parte, recuperando a la vez, espacios colectivos donde encontrarse y desbordando el carácter instrumental competitivo que el sistema capitalista hace del deporte.

Entonces, lejos del deporte-negocio y de los representantes  mafiosos de la FIFA, es necesario rescatar el valor de los espacios comunitarios deportivos y los clubes de barrio como organizaciones libres del pueblo, y construir definitivamente desde las organizaciones sociales, barriales y comunitarias, la mesa de trabajo del deporte social donde se encuentren las distintas experiencias territoriales que trabajan día a día por un deporte más democrático, diverso, participativo y con inclusión social, en una agenda común que dé cuenta de sus problemáticas, sus ideas y sus proyectos. Y desde allí dar el debate y, en tal caso, la pelea.

En sus variadas manifestaciones, como deporte popular, social, de las periferias, barrial o comunitario, feminista o de las diversidades, o en el complemento mismo de esas denominaciones, el deporte entendido como capital social y político, sus prácticas y simbologías, son parte de nuestra historia como comunidad. Nacimos y nos criamos en barrios donde el potrero y la canchita del club eran (y siguen siendo) parte de nuestras vidas. Jugamos en esos espacios. Nos formamos allí tanto como en la escuela. Tenemos una identidad barrial y deportiva que nos atraviesa el cuerpo. Fuimos y somos parte de diversas comunidades en las cuales el deporte aún pugna por ser reconocido como un espacio social, político, comunitario. Esa disputa también sigue presente, con avances y retrocesos.

El trabajo territorial de las organizaciones sociales a través del deporte, la construcción cada vez arraigada de espacios deportivos comunitarios en las barriadas, la presencia cada vez más determinante de espacio deportivos feministas con protagonismo excluyente de las mujeres y las diversidades, la pelea por la igualdad en el cupo de las dirigencias de los clubes, la permanente lucha de los clubes de barrio por seguir subsistiendo, creando y recreando incesantemente nuevos roles y formatos, siguen siendo parte del camino recorrido y sus actores y actrices partícipes indispensables en la construcción de ese modelo deportivo nacional que supo ser y que luego de diversos derroteros aún no termina de renacer y resurgir.

Del otro lado, los mercaderes acechan y hacen de la industria deportiva también un modelo, donde la meritocracia y el modelo competitivo priman por sobre la inclusión. Campos en disputa. Sentidos en juego, donde el desarrollo sigue siendo una deuda pendiente y el pleno ejercicio de derechos también.

No basta con buenas intenciones. Ni declaraciones de carácter internacional que se manifiestan en flyers que circulan en las redes sociales una vez al año. El proyecto de país implica también pensar, discutir, diseñar e implementar políticas sociales donde el deporte sea cada vez más protagonista, y el espacio ideal, en su concepción y en su práctica, para que los pibes y las pibas puedan jugar y ejercer sus derechos. Donde todxs se sientan incluidxs y puedan desarrollar sus deseos y sus capacidades. La realidad nos muestra que hay que volver a pensar el deporte desde su carácter lúdico e inclusivo, como una manifestación más de nuestra cultura popular y masiva.

Jugar, como premisa inicial, en el barrio, en espacios comunitarios, para que, en este presente complejo y en un futuro por demás incierto, sigamos reconstruyendo y construyendo los principios irrenunciables de la comunidad organizada, como parte, a la vez, de las transformaciones sociales que están en camino.


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Autor

  • Integrante de Colectivo DALE!, Lic. en Comunicación Social (UBA), docente, Coordinador académico de la Diplomatura de Extensión Universitaria de “Promoción socio-comunitaria del Deporte (UNTREF), Co-autor de los libros: “Ventana a la Plaza de Mayo. Osvaldo Bayer y las Madres de Plaza de Mayo” (2006, ediciones MPM) y “Entredichos. Osvaldo Bayer 30 años de polémicas” (2008, la ochava ediciones). Trabajador Estatal. Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

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