ACTUAR PARA PRESERVAR NUESTRA IDENTIDAD
El epílogo “Tierra fértil para seguir sembrando”, que escribimos en coautoría con Fabián D´Aloisio para el reciente Semilleros. La historia de los campeones del mundo en sus clubes de barrio (Ediciones Meta, 2023), pone en relación las 28 historias que cuenta este libro, articulando las trayectorias de los jugadores de la Selección, quienes se formaron en diferentes clubes sociales, deportivos y de barrio de nuestro país. Instituciones que se organizan bajo un modelo jurídico y político que históricamente ha forjado identidades y subjetividades; modos de ser, de pensar, de actuar.
Durante la última Copa Mundial de Fútbol Catar 2022, la cobertura por la TV Pública tuvo una particularidad: el equipo a cargo de la transmisión, al presentar la formación, nos daba a conocer de dónde vienen los futbolistas profesionales que hoy hacen carrera y se destacan en los clubes más exitosos de Europa; para descubrir en qué clubes, en qué provincias se formaron. Así, nos hacían saber que no fue magia. Nos recordaban la importancia de tener memoria, de militar esa memoria, para no olvidar el lugar fundamental que ocupan los clubes sociales y de barrio en los primeros pasos deportivos de las niñeces y las juventudes de Argentina.
Estamos hablando de clubes sociales y deportivos con un modelo único: con la tradición de ser asociaciones civiles sin fines de lucro, con anclaje territorial y con alto valor simbólico, con un trabajo constante por la promoción de derechos y bienestar social. Una identidad que es necesario seguir militando, protegiendo y defendiendo, más en tiempos de avance de las derechas y de modelos que ponen en cuestionamiento el rol y la dimensión del Estado, que promueven como solución la quita de derechos y la privatización, en nuestro país.
Pero nosotrxs sabemos y la historia lo confirma, que los clubes sociales, deportivos y de barrio son espacios de formación, de contención, de sociabilidad, de iniciación a la vida política. Los jugadores que ganaron la tercera estrella también lo saben, lo vivieron, porque durante los años noventa y en la posterior crisis social, política y económica, del 2001, gran parte del platel de los campeones del mundo estaban jugando a la pelota en un club de barrio. En medio de la crisis, los clubes les supieron brindar un lugar, les abrieron las puertas para estar con otrxs.
Sin embargo, hubo también otros tiempos donde este modelo sin fines de lucro se puso en cuestionamiento. Si no hubiera sido por la organización, incluso con la capacidad y la valentía de ir más allá de los propios colores y advertir que una causa mayor estaba por encima, los clubes tal como los conocemos hubieran dejado de existir para transformarse en Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), modelo anclado en Europa y recurrente otras tantas partes del mundo, incluso en Latinoamérica. Las ideas políticas financieras del modelo neoliberal de los años noventa y la perspectiva de dirigentes-empresarios como Mauricio Macri (en Boca Juniors, 1995-2007) fueron las que impulsaron la paulatina transformación estructural en el fútbol, a través de un proceso de mercantilización y gestión comercial del deporte (que incluyó el ingreso de especialistas en marketing deportivo, sus ideas y teorías empresariales, como la consolidación de los clubes como marcas, el crecimiento de las compañías patrocinadoras, la venta de productos licenciados, la remodelación de los estadios para transformarlos en centros de conferencias y paseos turísticos).
Este proceso acelerado de modernización, elitización, exclusión y gentrificación marcó un antes y un después: impulsó el desprecio por la primordial función social de las instituciones y afirmó el creciente afán por ganar dinero y poder, bajo nuevas y distintas reglas que regirían el deporte. En todo esto, estos nuevos dirigentes hicieron distintos intentos por permitir el ingreso de las SAD en el deporte argentino, como una forma de “terminar con la corrupción” y regularizar situaciones deficitarias. Este debate se consolidó durante la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019), que además profundizó la cruda realidad de los clubes, que se enfrentaban a los tarifazos por los costos de los servicios públicos de energía eléctrica y gas natural, pidiendo (sin respuesta) tarifas diferenciales o subsidios para hacer más sostenibles los costos, al tiempo que generar más espacios institucionales para que aficionadxs y socixs evalúen las propuestas coyunturales.
En medio de este avance de la racionalidad neoliberal, definitivamente, los actores protagonistas fueron los espacios colectivos de repudio, organización, resistencia y lucha (como la Coordinadora de Hinchas, la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol, la Coordinadora de Fútbol Feminista), que supieron instalar los argumentos necesarios en contra de las SAD, e interpelaron a la sociedad civil bajo múltiples consignas desde mediados de 2016: “Las actividades sociales y los deportes amateurs que se practican en nuestros clubes cerrarían al no ser rentables. El valor social no entra en una tabla de ganancias”; “Los clubes perderían su identidad al pasar de manos privadas que solamente busquen un rédito económico”.
Con el fuerte compromiso de lxs hinchas organizadxs, que se movilizaron, supieron sensibilizar y comprometer a las dirigencias y a los funcionarios con el objetivo de proteger el modelo asociacionista frente al modelo privatizador, ese proyecto se desactivó y se torció el destino del deporte argentino. Pese a los avances, no se llegó a la modalidad de SAD en Argentina; lo más cercano fue el gerenciamiento.
La pregunta por el contra-fáctico, por el qué hubiera pasado si se aprobaban las SAD, hoy, no está demás. Reflexionar en torno a qué impacto hubiera tenido en nuestras vidas estas reformas, tampoco.
Hoy, en la previa al balotaje y con un clima social hostil, cabe destacar que la sociedad civil organizada, con convicciones colectivas, pudo frenar la viabilidad de las SAD en el deporte argentino. En este marco y en pos de mantener estas convicciones, en la actualidad, desde el Estado se promueven distintas líneas de asistencia para el desarrollo de proyectos y mejora de la infraestructura de los clubes (programas como Clubes en Obra o Hay Equipo, además de líneas de subsidio específicas del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación), apuestas que reconocen la centralidad de los clubes como política social, que protegen y ponen en valor el lugar imprescindible en términos identitarios y comunitarios que estos espacios tienen en las vidas de las y los argentinos.
De cara a los tiempos que se avecinan, como proponemos con Fabián en el libro: “será nuestra responsabilidad conservar y seguir defendiendo la tradición democrática-asociacionista de nuestros clubes sociales y deportivos, de barrio y de pueblo. Para continuar cultivando nuestra identidad y alentar que sigan brotando más semillas en esta amada tierra fértil”.
Otra vez, el llamado, el compromiso por conservar esta identidad está en nosotrxs.