Semilleros
EL PUEBLO TE HACE ASÍ

EL PUEBLO TE HACE ASÍ

“Es mi pueblito chiquito
pedacito cordobés
todo aquel que lo visita,
¡seguro vuelve otra vez!
¡Quiero levantar mi voz,
que suene como un clarín,
es una gracia del cielo,
pertenecer a Calchín!”

Extracto de Pedacito cordobés, para “Cantemos para el Centenario” del padre Julio Ferreyra publicado en Vivencias – 100 años de Historia.

Calchín deriva de cachi que en lengua quichua significa “sal” y que, según coinciden varios estudios de historia, pudo recibir su nombre de pueblos originarios desplazados del valle Calchaquí. Este pueblo de alrededor de 3000 habitantes y alejado 110 kilómetros de la cada vez más caótica y ruidosa Córdoba capital fue escenario de importantes luchas y batallas entre federales y unitarios, así que no debe haber sido un lugar tranquilo desde siempre.

Como tantos otros pueblos de nuestra provincia, se desarrolló más adelante con el paso del tren y con la llegada de inmigrantes de Europa que trabajaron la tierra. No se hizo conocido por ser uno de los principales productores y exportadores de alfalfa de la Argentina, sino por ser la cuna uno de los campeones del mundo.

El famoso Iriarte

Temprano por la mañana, llegamos a Calchín. Bajamos del auto para preguntar en un taller dónde quedaba la municipalidad. Allí, una perra hermosa y grande nos miraba y seguía mientras un hombre salía y, después de saludarnos muy amablemente, nos daba las indicaciones de cómo llegar, aunque tenía más interés en saber quiénes éramos estas dos personas desconocidas y qué estábamos haciendo en el pueblo. Le contamos que escribíamos parte de un libro y que queríamos encontrarnos con gente que hubiera compartido la infancia con Julián Álvarez. “Mucha gente anda por acá desde que se conoció en el mundo a Julián”, nos dice.

El hombre, muy amoroso, con mirada sonriente y ganas de seguir charlando, comenzó a contarnos que “allí enfrente, en la cancha que se ve y donde ahora juegan las chicas del jockey, entrenaba Julián con sus amigos todos los días”. También que “la familia de Julián es muy querida en el pueblo, que “la casa queda a la vuelta y está en refacción.” Nos dieron ganas de quedarnos a tomar mates, pero teníamos que ver a Rafael Varas, director técnico de Julián en Calchín, antes de que saliera rumbo a otro pueblo por su trabajo.

Más tarde, supimos que a esa canchita la bautizaron Iriarte porque está al frente de un taller que se llama así por su dueño. Recién llegábamos y, sin querer, ya habíamos conocido al famoso Iriarte.

Esta historia forma parte de Semilleros, compralo acá.

Maxi Senior 

Estacionamos el auto frente al Club Atlético Calchín, pintado de rojo y blanco. La mayoría de Calchín es hincha de River porque sus colores son como los de su club, o viceversa. Estaba cerrado y sabíamos por Damián Piana, su actual presidente, que recién se abría por la tarde. Casi sabiendo la respuesta le preguntamos:

— ¿A la siesta hay alguien? 

—Nadie.

Parece que no pasa nada en esas horas en el pueblo. Siempre que no sea la “siesta” de chicos y chicas que se juntan a jugar, a armar pistas para las bicicletas o a charlar bajito inventando historias mientras los grandes duermen.

A la vuelta está la municipalidad. Allí nos esperaba el intendente Claudio Gorgerino atendiendo muchos asuntos de la comuna a la vez, pero con predisposición a charlar. El edificio tiene fotos de Julián, adentro hay camisetas del 9 de River firmadas y enmarcadas. Nos cuenta algunas cuestiones del pueblo y nos regala dos libros: 100 años de Historia y Calchín, orígenes históricos y apuntes de su pasado. Son esos libros que sirven como lupa: acercarnos a cualquier pedacito de nuestro territorio para poder observar historias, conflictos, dolores y alegrías, de grupos, producciones artísticas y deportivas, de distintas vidas. 

La oficina del intendente exhibe en las paredes varias fotos de equipos de fútbol, en algunas está él mismo que juega en la categoría Maxi Senior y todos los equipos pertenecen al mismo y único club del pueblo.

Santi y Cata

“La nota que le hicieron cuando era chico y que se hizo famosa fue en una cancha de Pilar después de un partido que jugamos. Nosotros decíamos: ¡Mirá, mirá, le están haciendo una nota! Veíamos de atrás pero no sabíamos que estaba diciendo cuál era su sueño, que era el sueño de todos. Todos soñábamos con que Messi o Di María fueran campeones del mundo. Messi ya era un ídolo de este pueblo y ahora lo es Juli, nuestro amigo.”.  Así, con emoción, nos introduce Santi Masera, amigo de Julián y parte del mismo equipo del Club Atlético Calchín, de manera simple y amorosa, a ese mundo de sueños y juegos infantiles. 

Santi fue el primero en aceptar esta entrevista. Si bien gran parte de su tiempo vive en la ciudad de Córdoba por trabajo y estudio, permanentemente vuelve a su pueblo, y es parte de la Comisión Directiva del Club Atlético Calchín. Él nos va abriendo las puertas a esa infancia en la que jugaba desde muy pequeño y nos va contando cosas que nos hacen reír: “Yo era arquero y cuando empezamos quería dejar porque no me llegaba nunca la pelota: Juli movía adelante y hacía goles. Éramos muy chiquitos todavía y yo pensaba que nunca iba a poder atajar”.

Fueron compañeros en la escuela y amigos desde muy pequeños: “Un día nos pusimos a jugar en el patio de mi casa, era una picada, y yo no sabía más qué hacer para tocar la pelota, si pegarle con los pies, si agarrarla con las manos… ¡Me paseaba! En eso lo viene a buscar la madre y mi vieja le dice: “Che, Mariana, ¡qué bien que juega al futbol el Juli!, y ella le dice: sí se defiende. ¡Cómo no me va a pintar la cara si estaba frente a un futuro campeón del mundo! ¡Cómo no se iba a defender!”.

Entre distintas anécdotas, risas y mucho amor y respeto por su amigo, Santi nos fue guiando en los relatos y nos ayudó a contactarnos con otras personas de Calchín. Nuestra sorpresa fue muy grande cuando en la primera charla con él y consultado sobre si había fútbol femenino en el club, nos contó que no, pero que desde que se iniciaron a los 3 años y hasta los 15, jugó con ellos una chica llamada Catalina Chucair. ¡Claro que íbamos a entrevistarla si ella aceptaba! Nos dieron muchas ganas de conocerla.

Fuimos a buscarla y nos recibió con simpleza y calidez. Es profesora de Educación Física y trabaja en un gimnasio frente a su casa. “Yo empecé desde muy chica, desde que tengo uso de razón. Iba a la escuelita y después a competir por liga. Siempre me sentí cómoda entre mis compañeros y amigos. Nunca tuve drama, nunca fue algo que me haya molestado o me haya sentido incómoda. Al contrario. Yo iba y jugaba con ellos que son mis amigos de toda la vida. La verdad que ya cuando empecé a jugar en liga no era mixto, pero a mí me dejaban jugar: yo firmaba planilla, todo. Lo único diferente era al momento de cambiarse. Nunca me sentí excluida, era jugar con mis amigos de siempre y tranquila. Normal… como si nada”.

Normal, como si nada: una nena jugó al fútbol diez años con uno de los campeones del mundo.

Siempre chivateando

Santi y Cata nos van contando sus historias y las de los demás chicos del equipo y cómo vivían su niñez y la amistad.

“En Calchín hay un solo jardín, un solo colegio primario y uno secundario y entonces siempre estábamos todo el día y toda la vida juntos. Después él venía a mi casa o yo iba a la suya y jugábamos a la Play y después practicábamos en la calle y en los patios. A veces merendábamos en la casa de él, a veces en mi casa, pero la abuela de Julián, Herminda, es la que casi siempre nos hacía la merienda”, así nos trae Santi el recuerdo de la abuela que vivió siempre junto a Julián. Y sigue: “Andábamos en patota. Salíamos del colegio y ya estábamos organizando: a las tres de la tarde nos encontramos en la plaza y ahí íbamos y veníamos todos juntos. La verdad es que tuvimos una linda infancia, creo que todos te vamos a decir lo mismo. Julián también”.

“El fondo de mi patio da con el patio de la abuela de uno de los chicos, Bruno, que es enorme, y me acuerdo de que habíamos hecho una pista de bici y estaba re armada, tenía lomita, saltito, y estábamos todas las tardes ahí boludeando. Se hacía de noche y un frío tremendo, porque no era solamente fútbol, hacíamos de todo. En el tronco de un árbol habíamos puesto un elástico y jugábamos al arco… la pasábamos muy bien”. Y Cata nos lleva a sentir esa libertad que existe en los pueblos para las infancias y podemos imaginar esos juegos con los que disfrutaban más allá del frío de la llanura cordobesa.

También aclara: “No nos exigían. Y si no jugabas al fútbol había otros talleres: patín, básquet, danzas, folclore… yo probaba de todo. Algunos eran talleres de la municipalidad y otros eran del club. En ese momento el club solo tenía fútbol. Ahora tiene fútbol, vóley, jockey. Antes no había. Ibas, probabas… si te gustaba seguías… pero teníamos todo el tiempo para jugar y chivatear… tuvimos una infancia tranquila y creo que es igual en las infancias ahora, todo lo mismo, andan todos en bici, todos juntos. Igual que diez años atrás”. Y esto de que todavía andan en bici es muy notable porque frente a la escuela aparecen como un enjambre de ruedas y metales.

El pueblo permitía que anduvieran todo el tiempo de acá para allá y “fuera del horario escolar estábamos con mis amigas y con los varones. No era que las nenas andábamos por un lado y los varones por el otro. Siempre andábamos chivateando, pero yo además compartía el fútbol con los varones. Al lado de la casa de la Araña estaba el kiosco del Ganga y ahí jugábamos a la escondida, a la mancha, juegos típicos, siempre chivateando. No hacíamos nada productivo”.

Siempre uno más

Le preguntamos a Santi qué sentía cada vez que Julián se iba del pueblo para probarse a un club y nos dijo que “cada vez que se iba para nosotros era llamativo. Ahora se hacen más pruebas en los pueblos, pero en ese momento no, aunque con Juli sabíamos que iba a ser algo así porque era llamativo como jugaba, era distinto. ¡Guau! Pero en todos los clubes a los que fue, quedó: a Boca, Belgrano, Argentino Juniors, Banfield, el Real Madrid, y fue una locura porque quedó, aunque era muy chico todavía. Cuando volvía le preguntábamos todo, queríamos saber cómo era entrenar en esos clubes, cómo se sentía él… no por curiosos sino porque por ahí él iba solo a probarse y es muy familiero entonces no sabíamos cómo se sentía. Él sabía que iba a ir a probarse, pero lo hacía sin presión de la familia ni de nadie y por eso no sufría”.

Y Cata nos fue contando que no dimensionaban lo que significaba cada vez que Juli se iba a alguna prueba, que era un amigo que se iba a jugar al fútbol y nada más: “Cuando estábamos en el primario y se fue al Real Madrid… él era muy reservado. Siempre perfil bajo y nosotros cada vez que volvía ¡qué bueno que volviste! ¡Contanos todo!  Me acuerdo de que cuando volvió de España había traído regalos (cartucheras, gorritas) y nosotros, recontentos”.

“Ya estábamos en cuarto año del secundario y él pasó un tiempito con nosotros y ya se fue a River y terminó allá el secundario, pero él rebién con nosotros. Siempre que venía iba a dar una vuelta al colegio, pedía permiso porque necesitaba vernos y como si nada… nunca lo tratamos diferente. A Bariloche fue con nosotros, la fiesta de egresados también la hizo con nosotros. Siempre lo tratamos igual”. Incluso Santi salía a correr con él en Bariloche, porque no dejaba de entrenar.

La importancia de lo sencillo 

Les gustaba ir a los otros pueblos a jugar al fútbol y Santi nos relata que no tenían nunca una exigencia familiar. Menos en el fútbol. Los apoyaban las familias que eran parte del club, ayudaban en el buffet y se turnaban para ver cada uno a sus hijos. Nunca se sintieron solos. También Cata recuerda que los fines de semana los hermanos de Juli jugaban y toda la familia iba a verlos a los tres y que los protegieron y acompañaron bastante. “Mi familia igual, a todos nos acompañaban”

Ambos creen que la base de que su amigo sea una persona tranquila y humilde es la familia, los amigos y la suerte de criarse en un pueblo.Es clave”, repiten uno y otra en distintos momentos. Todas las familias de los chicos y las chicas se conocen, los padres y las madres trabajan en los mismos lugares o compartieron la escuela o los une la amistad, y en parte el pueblo aparece como una gran familia y así lo refleja Santi: “Juli se destacaba en el fútbol, pero siempre tuvo la humildad que es parte de los valores que tiene el propio pueblo. Nosotros no nos hacemos los cancheros. Entonces es como que todo el pueblo es así por el simple hecho de que el pueblo es familiero y sencillo”

Y con mucha claridad Cata refuerza: “Es como se ve, sencillo, no va a hacer nada de agrandarse o hablar grandezas de él mismo. Lo que se ve y lo que se dice de él es tal cual. Yo me llevo un mes con Julián, nuestras mamás son amigas, todo el mundo se conoce desde bebé, literal, y para mí el pueblo te lleva a eso también. Estar siempre con los pies sobre la tierra y aprender a vivir sencillo porque no necesitamos nada grande para pasarla bien y el mismo fútbol es una pelota y listo, ya está. Y él es así. El pueblo te hace así”.

La formación

Se habla mucho de lo indispensable que es la formación, pero ¿qué es la formación? Parece una palabra que exige lo correcto, que no permite errores, que requiere más disciplina que disfrute. En un día por Calchín, se puede entender que la formación deportiva se basa en todas las vivencias que atravesamos para crecer. 

En el ámbito tan competitivo del fútbol hay una idea generalizada de que un jugador para ser profesional debe formarse en un club de Primera. Muchos niños abandonan sus casas, su familia, sus amistades por este deporte, yendo a clubes grandes con la ilusión de algún día ser “profesionales”. Pero el Araña se formó en su pueblo, con sus amigos y amigas, cerca de su familia y seres queridos, jugando en el único club que había, en un ambiente sano, de mucha contención, amor y apoyo. Sin más exigencias que las que él mismo se ponía. Rafael Varas (el “Rafa”) es alguien muy importante en la vida y la formación de Cata, de Santi y seguramente de muchos niños y niñas. También para Julián que, cuando se transformó en el jugador de Primera que es, le regaló una camioneta para que pueda hacer su trabajo de repartidor. Fue el entrenador de ese grupo desde los 3 a los 15 años. Es trabajador, se lo nota activo pero tranquilo, cero canchero o agrandado. Sin embargo, muchos de los logros de Julián y de varios equipos tienen que ver con su manera de transmitir, enseñar y acompañar a las infancias en el deporte. 

“Yo no acepto que me nombren tanto porque a veces estoy con mejores profes que yo, pero me nombran a mí por haber sido el entrenador de el Araña, por haber estado en el pueblo y el tiempo justos. En todos lados cuando estoy me nombran, ya me da vergüenza…”, dice Rafa riendo con humildad. Cata nos cuenta que nunca hizo diferencia porque fuera una nena y adaptaba todo para que pudiera jugar tranquila. Sobre todo los vestuarios, pero también la forma de hablarse en el equipo, y eso se nota cuando él relata las capacidades de la zurda de Cata y nos cuenta lo grosa y buena que era en el equipo.

“No solo se preocupaba por jugar al futbol, por los resultados, sino también por cómo estábamos, por cómo estaban nuestras familias. Rafa fue nuestro director técnico muchos años. La familia de Juli y de Rafa pasaron por malos momentos económicos y él siempre estaba atento a saber cómo estábamos. Para Rafa solamente tengo palabras de agradecimiento. Él nos fue llevando de a poco, sabe mucho de fútbol y es muy humilde, típico de la gente de Calchín”, nos cuenta Santi con cariño y admiración.

“Cuando Julián fue por primera vez a la cancha tenía 2 años, agarró la pelota que lo tapaba completo porque él era de contextura chiquita. Y él la trasladaba de un lado para el otro igual que los hermanos; veía a sus hermanos y hacía lo mismo. Sus hermanos con 5 y 6 y él con 2. Estaba su abuela materna, Herminda. Yo la miré y le dije: ¡Este es un crack, este nos va a salvar! Y nos largamos a reír”. Podemos imaginar ese momento iniciático y todos los demás en los que este director técnico empezó a ver a un jugador que se destacaba, a acompañarlo y generarle confianza en sí mismo. 

Años después de que la pelota lo tapara por completo y bastante antes de que integrara la selección, Rafa le aseguró al periodista Fantino que Julián estaba para jugar en la selección con Messi. Dice Rafa que Fantino se rio y le pareció exagerado. Él estaba seguro de hasta dónde llegaría este niño, como todas y todos los demás que pasan por la escuelita. “Uno sale campeón, pero todos llegan lejos”, asegura.

“Yo no sé si a Julián le enseñé a patear o a parar la pelota de remate. Tratamos de mejorar lo que ya trae de cuna y enseñarle valores: que sea buen chico, responsabilidad, humildad, sacrificio, compañerismo no solo con el compañero sino con el contrario, porque el partido dura 90 minutos y después pasan a ser personas que juegan y viven igual que vos. Todos los chicos traen sus cosas y yo apunto a ver un deportista, pero fundamentalmente a una persona, porque si no jugas al futbol podés ser médico, profesor, laburar enseñando fútbol como yo, albañil. Tratar de ser responsable, humilde, trabajador… especialmente la humildad. Porque cuando perdiste la humildad en todo sentido estás perdido. Podés ser el mejor, pero si perdés la humildad eso es malísimo”.

Julián, el que parecía una araña desde chiquito porque se movía rápido con la pelota entre sus hermanos, se fue de Calchín a los 16 años; hasta ese momento jugó en el club de su pueblo. Apenas siete años después salió campeón del mundo, convirtiendo cuatro goles, abrazando a Messi, chivateando, disfrutando, conectado con su pueblo y sus amigos de siempre y haciendo realidad el sueño propio y de toda la Argentina.

Esta historia y todas las de los campeones del mundo la podés leer en Semilleros. Compralo acá.


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Autores

  • Cecilia Merchán

    Tiene 53 años, criada en James Craik, Córdoba. Militante del feminismo popular, fue diputada de la nación y secretaria de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, entre otras funciones públicas. Es coautora de Infancias libres e Infancias diversas, junto con la futbolera Nadia Fink, e integrante de la Editorial Chirimbote. Tía de Simón Valente, de 23 años, quien dedica desde niño su vida al fútbol y su zona en la cancha es el centro de ataque. A Simón le gusta pasar tiempo con sus amistades, la música y el asado. Actualmente juega en el Club Atlético Peñarol de Argüello que disputa la Liga Cordobesa.

  • Simón Valente