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EL TOPO GIGIO TODAVÍA NO TERMINÓ

EL TOPO GIGIO TODAVÍA NO TERMINÓ

Juan Román Riquelme le da la espalda a Franco Costanzo y camina alejándose de la pelota. Está por patear un penal pero le importa otra cosa. El director de cámara parece leerle la mente al 10 de Boca. En lugar de poncharlo a él y al arquero de River, elige enfocar a un tercero. Mauricio Macri tiene apoyado el codo contra el acrílico del palco presidencial. Todavía usa lentes para la vista y bigote. Se lo nota nervioso. En la oreja derecha lleva puesto un auricular. La cámara vuelve sobre Riquelme. Ninguna expresión en la cara. Baldassi da la orden. El 10 va hacia la pelota y patea al palo derecho. Costanzo vuela al mismo lugar y tapa el tiro. La pelota toma un efecto extraño. La parábola la lleva hacia arriba y rumbo a la otra punta del área chica. Riquelme va a buscar. Salta, cabecea y manda la pelota a la red. Sus compañeros buscan abrazarlo pero él les dice que no con la mano. Que esperen. Corre en diagonal, cortando camino hacia el túnel por donde ingresan al campo de juego. Llega a la mitad de la cancha. Frena con un saltito corto y se lleva las dos manos detrás de las orejas. Frente a él, gritando el gol y fingiendo demencia, está Mauricio Macri. 

El 8 de abril se cumplieron 22 años del legendario “Topo Gigio” de Riquelme al, por entonces, presidente de Boca. El nombre se lo puso el propio Román. Una vez finalizado el partido, cuando un periodista le preguntó el significado del gesto, el futbolista respondió que se lo había pedido su hija porque le gustaba ese personaje. Riquelme entendió que la potencia estaba en la imagen y no en su explicación. 

El “Topo Gigio” fue un presagio. El prólogo de una disputa que todavía se está escribiendo. Dos días después del 22 aniversario del festejo de Riquelme, Mauricio Macri dio una entrevista en Radio Rivadavia y habló del ahora vicepresidente de Boca. Luego de incrementar la interna en Juntos por el Cambio por las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires y criticar al gobierno nacional, fue consultado sobre su posible participación en las elecciones de Boca. Autoexcluido de las elecciones nacionales, Macri no dejó demasiadas dudas con su respuesta: “Voy a participar porque estoy muy preocupado por lo que está pasando en Boca”. La única duda pasa por el puesto que pueda ocupar en la lista opositora para las elecciones a fin de año.

Quien asoma como candidato a presidente del macrismo en Boca es Andrés Ibarra. Ex ministro de Modernización de la Nación (2015-2018), ex vice jefe de gabinete de ministros y ex secretario de Modernización durante la presidencia de Mauricio Macri. Lleva más de tres décadas junto al ex presidente. Ingresó a fines de los ochenta como becario en SOCMA, una de las empresas del Grupo Macri, para terminar siendo gerente de la constructora SIDECO, también propiedad de la familia de Mauricio. Luego pasó al Correo Argentino hasta que decretaron su quiebra. Cuando no tuvo más lugar en el ámbito privado, Macri lo designó Gerente General de Boca. Tras su paso por diferentes jefaturas en la Ciudad de Buenos Aires y de la Nación, ahora asume el rol de intentar sacarle el poder a Riquelme. 

La designación de Andrés Ibarra muestra una carta del macrismo: Angelici no será la cara principal del armado opositor. No solo porque Ibarra es hombre de Macri –así como Christian Gribaudo lo era de Angelici- sino por las propias declaraciones del ex presidente. A la hora de defender su gestión en el club se refirió a que “Boca es el que construimos juntos durante doce años”. Doce años fueron los suyos como presidente. Pero el macrismo gobernó durante veinticuatro. Una buena forma de desmarcarse de la gestión de Daniel Angelici, como si su llegada a la presidencia no lo hubiera tenido a él como principal impulsor. 

El macrismo suele ser el primero en levantar la bandera de que no hay que “hacer política” en el club –como si eso efectivamente fuera posible-. Pero a la hora de describir la gestión de Riquelme, Macri utiliza las mismas categorías que para referirse a la política nacional. “Todo esto para mí está en crisis con esta forma personalista que tiene Juan Román Riquelme para gobernar el club a su antojo. (…) Paradójicamente lo mismo estamos hablando de la Argentina, la institución por arriba de las personas, las reglas son iguales para todos. Eso me preocupa”, opinó en la entrevista con Radio Rivadavia. Pareciera que su capacidad de análisis solo admite una sola forma de crítica y tiene que utilizar la misma para todo aquello que no es de su agrado. 

La posibilidad de que Macri participe de las elecciones en Boca no solo se vincula con la posibilidad de que Riquelme vuelva a ganar las elecciones. También se relaciona con que la figura de Andrés Ibarra no resulta muy conocida entre los socios y las socias del club. A pesar de la publicidad paga en redes sociales y de sus fotos con viejas glorias del club, el candidato del macrismo lleva el peor estigma a nivel político: el desconocimiento. En política hay una cosa peor a que hablen mal de un candidato: que nadie hable de él. 

Hasta ahora Ibarra dio pocas entrevistas en los grandes medios de comunicación. Hace pocas semanas le dieron unos minutos en la Radio de CNN. Indirectamente volvió a despegarse de Angelici al decir que lo que le falta a esta gestión son títulos internacionales (los mismos que le faltaron al último presidente macrista). Los otros argumentos que dio para criticar a Riquelme y Ameal fue que se no utiliza como debiera la marca Boca. No el club. No la asociación civil. La marca. 

Del otro lado Riquelme se niega a subir al ring a Ibarra. Se refiere, siempre indirectamente, a Macri o Angelici. Habla de ganar las elecciones. Y a la hora de explicar, como aquella noche con el Topo Gigio, deja que la imagen hable por sí sola. Dos nuevos deportes después de décadas –hockey y tenis-, obras en La Bombonerita, la Bombonera refaccionada por dentro y por fuera, mejoras en la pileta, más actividades culturales para socios y socias. Lo que resta saber es si la masa societaria se piensa como parte de un club social o como clientes de un abono para solo ir a la cancha. Esta concepción probablemente incline las elecciones. 

Riquelme ya no usa la número diez ni lleva una cadenita por encima de la camiseta. Macri se afeitó el bigote y dejó los lentes para la vista. Pasaron más de dos décadas. Pero aquel conflicto que se inició una noche de abril, y que solo parecía parte de un problema contractual, todavía se está disputando.


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