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UN LEÓN COMO SU TÍO

UN LEÓN COMO SU TÍO

La historia de Juan Carlos Ruguilo. 

A Juan Carlos Rugilo lo conocían como “el loco Serenata” o directamente “Serenata”. Un tipo alegre, chistoso y jodón. Un morocho bien de barrio. Cuentan que fumaba cigarros negros, le gustaba el rock nacional y andaba siempre en los cafetines de Floresta, el barrio que lo abrazaba.

Cuentan que tenían dos fijas, el café de Alberdi y Olivera y el de Olivera y Rivadavia, y aunque no tenían mucha guita, los dejaban pasar igual. Eran cuatro o cinco con una taza durante horas, meta chafla y discusión.

Juan Carlos vivía en el Barrio Alvear, justo frente al Parque Avellaneda, donde más de una vez se lo vio bajo los tres palos. Porque al loco Serenata le encantaba el fútbol y su pasión por Vélez Sársfield era irremediable. Los compañeros de militancia lo recuerdan con una sonrisa mientras rememoran sus relatos sobre la V azulada. Era un poco pesado con el tema, y en la militancia de aquellos años hablar tanto de fútbol, se volvía un tema polémico.

Serenata atajaba bien, aunque no tan bien como su tío, el recordado Miguel Ángel Rugilo, conocido como El León de Wembley por su mítica actuación defendiendo el arco de la selección Argentina en la catedral del fútbol.

Pero ademas de la redonda, el loco Serenata militaba el barrio como ninguno. Era especialista en darle cátedra a los que venían desde la universidad para curtirse en el trabajo de base ¡que sermones les mandaba!

El 22 de agosto de 1978 tenía que encontrarse con un compañero que nunca llegó, y en su lugar, apareció un grupo de tareas que lo secuestró. Juan Carlos fue llevado al Centro de Detención conocido como El banco y luego al Olimpo, ubicado en Floresta, tan cerca de donde caminaba a diario que pudo reconocer el lugar. “Estamos en Olivera y Falcón” le dijo a un compañero de celda “y vos como sabes?” le preguntó, “si vivo acá a la vuelta” le retruco Rugilo.

Con El Chala, compañero de cautiverio, se las ingeniaban para armar cigarrillos con los restos que iban dejando sus captores, y así poder pasar las horas en aquel infierno donde la vida dependía del humor del carcelero de turno.

Serenata, inclusive detenido en las peores condiciones, se la pasaba hablando de Vélez, y si bien tenía un trato seco y cortante con sus captores, cuando hablaba de fútbol, le brotaba el barrio y la desfachatez.

Será El Chala que cuente una anécdota que lo pinta tal cual:

Un represor se acerca a Serenata y le dice:

-Sere, esto ¿sabes qué es?

-No señor

-Es una bala de 9mm, y ¿sabes para quién es? para vos

-¿Si señor?

-Si

-Bueno, gracias señor, pero antes ¿no me lleva a ver a Vélez?

Aquel 22 de agosto le robaron a Juan Carlos Rugilo su vida, sus sueños y libertad. Sin embargo el recuerdo permanece vivo, porque solo muere aquello que se olvida.

Juan Carlos Rugilo, PRESENTE.


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